lunes, julio 22, 2013

Hace un año

Hoy justamente hace un año que todo mi mundo se puso patas arriba. Ahora camino entre las ruinas y todo ha cambiado tanto que no me siento ni cómoda ni segura en él. En un año debería haber superado esta sensación, pero no termino de adaptarme. Al menos el dolor desgarrador ha desaparecido. A veces sigo sintiendo la pérdida, pero la mayoría de las veces por dentro sólo siento una mezcla entre muerte e inestabilidad constante. Es como si dentro de mí albergara un agujero negro incapaz de ser saciado. No es una sensación agradable, pero casi es inocua, aséptica, neutra, estéril. Soportable.
Lola lo explica de otra manera. Para ella hay un conflicto entre mi sempiterna necesidad de controlarlo todo y mi proceso de adaptación. Me aconseja dejarme llevar, intentar no sólo recibir la influencia del proceso, sino intentando participar en el modelado. De verdad que entiendo sus palabras, pero su mensaje no me cala. Creo que aún no estoy preparada para aceptarlo. Me suele pasar.
Quizá debiera dejar de intentar de recomponer los pedazos y dejar que las fuerzas desintegradoras lo arrasaran todo. Una destrucción total para poder empezar a crear. ¿Mejor que una huida hacia adelante? Mientras decido, no me queda más que intentar resistir. La vida de momento me propone una ironía. Y tiene que ser precisamente hoy. La verdad, tiene su gracia, aunque voy a tener que lidiar con ella.
Pero no todo es lúgubre a mi alrededor. Tengo momentos donde siento un hambre voraz por la vida. Si por mí fuera, me pasaría el día al aire libre, tratando de exprimir al máximo la conexión con la naturaleza, con la energía, con el aliento vital que todo lo une. Hacía mucho que no sentía algo tan intenso. Pero debo tener cuidado de no quemarme en la intensidad.