Cuando decimos de algo que es una tragedia griega, nos referimos algo muy pasional, intenso y doloroso. Así es la obra "Hécuba" de Eurípides (Εκάβη), que fui a ver ayer en el Teatro Español. En ella se narra la venganza de la otrora reina de Troya Hécuba contra Poliméstor, el asesino de su hijo Polidoro, quien había acogido al chico en previsión de la guerra con Grecia. Al caer Troya, Poliméstor asesina a Polidoro para quedarse con el oro que le acompañaba.
La obra tiene dos partes diferenciadas. La primera es la más intensa y se centra en el dolor de Hécuba al perderlo todo: su marido, sus hijos, su ciudad, su reino, y verse convertida en esclava de los griegos. Lo único que le queda son sus hijos Políxena, que representa el alivio a su nueva condición, y Polidoro, que representa su esperanza de que Troya vuelva a ponerse en pie algún día. Pero ambos mueren en el transcurso de la obra y son esas muertes, en especial la de Polidoro, la que desata la venganza de Hécuba.
La segunda parte es la de la venganza, para mí menos potente que la primera cuando debería haber sido una especie de catarsis. Hécuba pide a Agamenón que traiga a Poliméstor y a su hijo a su presencia. Con ayuda de las esclavas troyanas, que ven en esa venganza particular la posibilidad de vengar a los suyos, mata al hijo y ciega al padre. Sin embargo, la venganza no alivia la pena de Hécuba, quien al final tiene que soportar igualmente la desesperación que le queda. En la mitología griega, los dioses convierten a Hécuba en perra y en la obra así se lo profetiza Poliméstor, así como la muerte de su última hija, Casandra, amante de Agamenón (maldecida por Apolo en la mitología).
En la obra hay muchos aspectos interesantes a mi modo de ver. Por ejemplo, hay una diferencia entre la muerte de Políxena y Polidoro. La primera es reclamada por Aquiles para ser sacrificada en su tumba. Aunque Hécuba le pide que suplique a Agamenón por su vida, Políxena elige una muerte voluntaria demostrando la nobleza de quien estaba destinada a ser reina. Políxena no muere como esclava, sino como mujer libre y por ello no resulta tan trágico para Hécuba como la muerte de Polidoro, quien representa la esperanza. Cuando pierdes la esperanza, ya no te importa nada.
Por otro lado, la obra muestra la fortaleza de las mujeres. Las mujeres eran las que sufrían las consecuencias de las guerras que emprendían sus maridos. Son ellas las que tienen que llorar a los difuntos y verse convertidas en esclavas a expensas de sus amos, sin valor alguno por ser mujeres. Se necesita mucha fuerza para poder soportar todo eso. Al mismo tiempo, en ellas reside toda esperanza de futuro, aunque a veces ni ellas mismas sean capaces de reconocerlo al estar sumidas en su terrible realidad.
En la obra además, cuando parecen más débiles y acabadas, son capaces de unirse y urdir una treta para vengarse. Porque la violencia de las mujeres no es directa y potente como la de los hombres, sino indirecta, paciente y sutil, aunque las consecuencias son igual de brutales.
¿Es lícita la venganza de Hécuba? Hoy, bajo nuestra educación cristiana diríamos que no. En la obra tanto Hécuba como Poliméstor, piden a Agamenón que imparta justicia basada en una ley de la que ni los dioses pueden escapar. Pero Agamenón no imparte justicia, simplemente deja que transcurran los acontecimientos, para no verse afectado. Porque si Hécuba es esclava de Agamenón por la situación, Agamenón es esclavo de la opinión de sus soldados, y Poliméstor es esclavo de su codicia. En el fondo todos somos esclavos de algo.
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