Cuando vi la foto por primera vez, me pareció fascinante: dos mujeres de diferentes culturas luchando por el mismo objetivo, el sueño olímpico. Me pareció una foto bonita, que hablaba de la multi-culturalidad de los Juegos Olímpicos, y la oportunidad para el encuentro que estos suponen. Pero instantáneamente supe que la foto se convertiría en polémica.
En vez de centrarse en el juego o en lo histórico de que el volley femenino estuviese representado por primera vez en los Juegos, las redes se llenaron de descalificativos hacia la jugadora egipcia por ir cubierta de arriba abajo, tapada con el velo. "Es islam es machista y ella no elige libremente". Puede ser. Pero a mí me parece bonito que esta mujer haya sido capaz de encontrar una vía para hacer deporte, reconciliando aspectos de su día a día. Porque siendo sinceros, ella es quien tiene que afrontar las consecuencias de su cultura en su país.
Pero los críticos no se pararon a mirar a la jugadora alemana que prácticamente desnuda se alzaba al otro lado de la red. ¿Por qué pensamos que la estética de la alemana es mejor? Yo veo a la jugadora alemana y pienso en cómo hace para no rozarse los muslos y evitar unas heridas que se agravarían con el salitre y la arena. También me pregunto cómo aguantan el sudor, que una camiseta recogería. ¿Libertad de movimientos? Los chicos de volley playa no juegan en slip y con el torso al aire. En realidad, la estética alemana también se corresponde con otro machismo: un machismo sexual que cosifica a la mujer y la reduce a un trozo de carne. Sólo que a éste estamos más acostumbrados y nos parece no sólo normal, sino lógico, porque lo tenemos interiorizado. Así que el objetivo del bikini para el volley sólo es mostrar la cacha de la mujer. Punto.
El caso es criticar a la mujer, continuamente. En Egipto, la alemana sería considerada una puta sin más, sin tener en cuenta su valor como deportista o como persona. En España hasta hace poco el juicio sería parecido. Unas son unas mojigatas, y el resto unas putas. Y ni lo uno, ni lo otro. El caso es que siempre estamos sometidas a unas valoraciones muy injustas (no hay más que ver cómo la prensa deportiva, ampliamente masculina, se refiere a las atletas), un bombardeo continuo, y de todas ellas salimos perdiendo, de una manera u otra. Todo para que no podamos ser libres e "iguales" a los hombres. Muy fuerte.
4 comentarios:
1)Este parece un caso donde la estética nos lleva irremediablemente a una cuestión de ética. Encontramos que el machismo patriarcal se hermana sin importar culturas, y lo que interesa es ver aquí el fondo unificador que explica esta bastarda coincidencia que evidencia la falsedad de la pretendida superioridad moral de eso que damos en llamar Occidente sobre el Islam (en este caso). Porque de lo que se trata ciertamente es de violencia, la misma violencia en todas partes hacia quien se mantiene interesadamente en condición de inferioridad para que no pueda levantar cabeza. Mujeres ninguneadas, insultadas, aplastadas y silenciadas. O se las tapa para que no representen ningún "peligro" o se las desnuda para tratar de explotarlas como objetos. Se construye asi el muy enfermo imaginario donde las mujeres sólo pueden ser santas (la propia madre) o putas a las que maltratar. La esposa fácilmente pasa de una a otra categoría. Porque al hombre todo le ha de estar consentido y permitido con tal de que las mujeres no sean libres e iguales a él.
2)Tras tantos siglos de prepotencia criminal machista, es cierto que se interioriza hasta el punto de que se normaliza lo monstruoso. Y esa superioridad sobre la mujer es tan vomitiva como la superioridad racista (en la que la competición nacionalista cae las más de las veces) o el odio de clase que lleva a maltratar a los que solo disponen de sus manos para sobrevivir. Al final lo que subyace es un mismo problema: el desprecio hacia el valor de la dignidad de todo ser humano y de su verdadera igualdad. Negado ese principio, todo el horror se desata y se substancia en la negación de la libertad como mecanismo para oprimir y destruir. Estos supremos siervos del odio se resisten a ceder el poder de su dominación, saben que en ello les va la comodidad y el negocio.
Y 3)Por eso todas las luchas emancipatorias se parecen y necesitan confluir y apoyarse. Porque el machismo es un fascismo internalizado en el hogar y desplegado también en las relaciones laborales en forma de abusos y discriminación. En 1984 al oprimido pero rebelde Winston para quebrarle su fe en la idea de dignidad humana, entre otras cosas, se le hace imaginar una bota aplastando eternamente un rostro humano. Esa bota de la violencia es el último refugio de los canallas. Pero las del partido de la Dignidad contamos con otras armas: cultura, inteligencia, humor, apoyo mutuo, democracia. Nosotras, sea cual sea nuestro género, tomamos el testigo de las que nos precedieron, luchando para arrinconar la violencia y parir un mundo nuevo donde todas las bellezas sean posibles y reconocidas y no puedan estar bajo propiedad ni dominación de nadie. Y sabemos algo importante: para hacerlo realidad necesitamos primero visualizarlo en el contexto que hoy llamaremos profético pero que mañana será reconocido como parte clave del proceso para hacer posible... el triunfo de la Dignidad.
Qué buen análisis, Morrigan. No puedo estar más de acuerdo. Cuánto camino queda para librarnos de esta deprimente situación.
Un saludo.
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