Hace unos días salí de mi ostracismo para darme de bruces con uno de los vídeos más impactantes que he visto en mucho tiempo. Es el vídeo de un profesor emitiendo las que podrían ser sus últimas horas de vida en la ciudad de Aleppo, castigada por una guerra sin tregua entre los partidarios del gobierno sirio de Bashar al-Ásad y los rebeldes. Al ver las imágenes es inevitable no llorar, porque puedes empatizar con él, con la desesperación que transmite, que más bien es una rendición ante la inevitabilidad. El vídeo tiene desesperación e impotencia, pero sobre todo esa rendición fatalista. Hay otros vídeos similares, pero ninguno me ha emocionado tanto como este.
Existen otras fuentes que dicen que estos vídeos son falsos, mera propaganda de los rebeldes. Podría ser. Una de las cosas que más me ha extrañado del vídeo es que las infrastructuras sigan en pie. Me refiero a las civiles, claro. Con una ciudad tan castigada, ¿se siguen mantiendo en pie las antenas? ¿siguen operando las telcos? Me parece un poco complicado de creer, así que no descarto la teoría de la propaganda.
Sin embargo, aunque aceptásemos que esta es un testimonio falso, es innegable que allí hay muchos más civiles que están sentenciados a muerte, y que parecen totalmente abandonados a su suerte por todos: rebeldes, gobierno sirio, fuerzas internacionales. Ellos no transmiten, pero su situación no es muy diferente de la que narran los vídeos. Y no sólo es Aleppo. Es toda Siria. Es una guerra que lleva 6 absurdos años, muriendo gente en cantidades indecentes (la ONU dejó de contar en 2016 cuando habían alcanzado la cifra de 240K fallecidos), y con millones de desplazados huyendo de una muerte segura por un futuro mejor (?). Una guerra en la que nuestros gobiernos se lavan las manos, cuando son los mayores responsables de la venta de armas en el mundo. En la que nos jactamos de valores de solidaridad, pero damos con la puerta en las narices a aquellos que piden socorro, entre otras cosas porque ni siquiera nosotros estamos preparados para gestionar una crisis semejante. Porque estas guerras sólo están hechas para favorecer a los mismos, a costa de la miserias de otros.
Y ahora mismo Aleppo sigue sangrando. Aleppo sigue gritando. Pero no hay nadie que vaya a ayudar.
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