19 años después he regresado a Pamplona. Todo me parece como nuevo porque mis recuerdos están muy difuminados. Se confunden a ratos con otros recuerdos más próximos: Donostiarra, Logroño...
Hace 19 años vine a ver los San Fermines. Crisis y yo éramos por entonces muy seguidoras de los encierros (que no de las corridas posteriores). Esto es algo que habíamos mamamos del pueblo. Mi tía Ana nos ponía los encierros cada mañana y los veíamos juntas. Así nos creó afición. Desde entonces, cada 7 de julio madrugábamos para no perdernos detalle.
En el 96 decidimos venir a Pamplona a verlos. No recuerdo bien cómo se gestó aquello. Supongo que fue una de esas ideas que alguien comenta de pasada y todo el mundo decide que hay que hacerla. Yo tenía que hacer un examen de matemáticas, así que hubo que esperar al último fin de semana de las fiestas para poder ir. Íbamos Diego, Crisis, la Innombrable, sus amigas y yo.
El grupo se separó nada más llegar a Pamplona. La razón fue a que teníamos diferentes maneras de entender el fin de semana. No volvimos a reunirnos hasta el regreso a Madrid. Nosotros tres empezamos a deambular por la ciudad porque no teníamos alojamiento y nos parecía demasiado pronto para empezar a beber. No era nuestro objetivo.
Recuerdo que fue un finde duro. La primera tarde llovió y nos metimos a un cine a ver "Misión Imposible" para guarecernos. Las noches las pasamos a la intemperie junto a una panificadora a las afueras de la ciudad. Hacía tanto frío que era imposible dormirse. Sólo teníamos unos plásticos para aislarnos de la tierra y las chaquetas como abrigo. Resultó insuficiente. Y encima teníamos que aguantar la radio de la gente que trabajaba en la panificadora y el olor a pan que salía de la misma. Desde entonces he mirado a los mendigos con otros ojos.
Por las mañanas intentamos ir a los encierros. Había que madrugar mucho para coger sitio. Primero desayunábamos chocolate caliente para entonarnos un poco. Luego a buscar un hueco en los travesaños a lo largo del recorrido. Recuerdo que tuvimos la oportunidad de entrar en la plaza de toros, pero no lo hicimos porque pensamos que cobraban la entrada. Eramos un poco pardillos, la verdad.
Encontramos un hueco en la calle de Sto Domingo entre dos edificios. No se veía casi nada. Los toros pasaron por delante como una exhalación. Sólo recuerdo el lomo de un morlaco oscuro. Fue muy decepcionante.
De Pamplona vimos las calles del centro. Olían a una mezcla de vino y orines. Las limpiaban cada mañana con jabón. Aun así a veces nos quedábamos pegados al adoquinado de la mierda que tenían. Y había tanta gente...
El domingo por la mañana estábamos tan cansados que Diego y yo nos quedamos durmiendo en un parque de la ciudad mientras Crisis hacía turismo. Nos habían advertido de ladrones que robaban las mochilas a los turistas que dormían en las calles. A mí me daba igual. Sólo quería dormir y calentarme un poco al sol. Fueron dos horas de sueño y me parecieron cinco minutos.
Me alegré de volver a Madrid y poder recuperarme. Juraría que después me fui de vacaciones con mis padres a algo mucho más convencional y cómodo. Prometí volver a Pamplona para conocer la ciudad en otro momento, pero jamás en San Fermines. Y aquí estoy. Mucho tiempo después, casi sin haberlo planeado. Lo pienso y parece mentira que hayan pasado 19 años.
Hace 19 años vine a ver los San Fermines. Crisis y yo éramos por entonces muy seguidoras de los encierros (que no de las corridas posteriores). Esto es algo que habíamos mamamos del pueblo. Mi tía Ana nos ponía los encierros cada mañana y los veíamos juntas. Así nos creó afición. Desde entonces, cada 7 de julio madrugábamos para no perdernos detalle.
En el 96 decidimos venir a Pamplona a verlos. No recuerdo bien cómo se gestó aquello. Supongo que fue una de esas ideas que alguien comenta de pasada y todo el mundo decide que hay que hacerla. Yo tenía que hacer un examen de matemáticas, así que hubo que esperar al último fin de semana de las fiestas para poder ir. Íbamos Diego, Crisis, la Innombrable, sus amigas y yo.
El grupo se separó nada más llegar a Pamplona. La razón fue a que teníamos diferentes maneras de entender el fin de semana. No volvimos a reunirnos hasta el regreso a Madrid. Nosotros tres empezamos a deambular por la ciudad porque no teníamos alojamiento y nos parecía demasiado pronto para empezar a beber. No era nuestro objetivo.
Recuerdo que fue un finde duro. La primera tarde llovió y nos metimos a un cine a ver "Misión Imposible" para guarecernos. Las noches las pasamos a la intemperie junto a una panificadora a las afueras de la ciudad. Hacía tanto frío que era imposible dormirse. Sólo teníamos unos plásticos para aislarnos de la tierra y las chaquetas como abrigo. Resultó insuficiente. Y encima teníamos que aguantar la radio de la gente que trabajaba en la panificadora y el olor a pan que salía de la misma. Desde entonces he mirado a los mendigos con otros ojos.
Por las mañanas intentamos ir a los encierros. Había que madrugar mucho para coger sitio. Primero desayunábamos chocolate caliente para entonarnos un poco. Luego a buscar un hueco en los travesaños a lo largo del recorrido. Recuerdo que tuvimos la oportunidad de entrar en la plaza de toros, pero no lo hicimos porque pensamos que cobraban la entrada. Eramos un poco pardillos, la verdad.
Encontramos un hueco en la calle de Sto Domingo entre dos edificios. No se veía casi nada. Los toros pasaron por delante como una exhalación. Sólo recuerdo el lomo de un morlaco oscuro. Fue muy decepcionante.
De Pamplona vimos las calles del centro. Olían a una mezcla de vino y orines. Las limpiaban cada mañana con jabón. Aun así a veces nos quedábamos pegados al adoquinado de la mierda que tenían. Y había tanta gente...
El domingo por la mañana estábamos tan cansados que Diego y yo nos quedamos durmiendo en un parque de la ciudad mientras Crisis hacía turismo. Nos habían advertido de ladrones que robaban las mochilas a los turistas que dormían en las calles. A mí me daba igual. Sólo quería dormir y calentarme un poco al sol. Fueron dos horas de sueño y me parecieron cinco minutos.
Me alegré de volver a Madrid y poder recuperarme. Juraría que después me fui de vacaciones con mis padres a algo mucho más convencional y cómodo. Prometí volver a Pamplona para conocer la ciudad en otro momento, pero jamás en San Fermines. Y aquí estoy. Mucho tiempo después, casi sin haberlo planeado. Lo pienso y parece mentira que hayan pasado 19 años.
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