En esta ocasión voy a hacer una entrada políticamente incorrecta. No busco la polémica necesariamente, simplemente es una reflexión que me surge a raíz de la muerte (¿o es homicidio?) de un héroe anónimo llamado Ignacio Echevarría, apuñalado en el reciente ataque terrorista de Londres cuando intentaba salvar la vida de una mujer. "El héroe del monopatín" le llaman. Desde el incidente las redes españolas se han volcado en alabar la actitud de este hombre y su gesto. Sin duda es un acto valiente que le honra, y que merece ser resaltado. El resto simplemente se han dedicado a exaltar los valores patrios, que nos encanta, como si por el hecho de compartir nacionalidad también fuésemos un poquito partícipes de su gesta. Somos así de patéticos.
Cuando vi la foto de Ignacio pensé que lo conocía. Me resultaba tremendamente familiar, aunque no terminaba de ubicarlo. Mi mente me dió una imagen: un chaval de un curso de alemán. No digo que fueran la misma persona, porque no tengo la certeza, pero recordar a aquel con quien compartí clase me dio pie a esta reflexión.
Aquél compañero de clase era realmente raro, el raro de la clase. Su forma de comportarse no era muy normal, tampoco lo eran sus pensamientos. Lo que más recuerdo fue una discusión en la que él venía a decir que a los arquitectos eran responsables por las cámaras de gas construidas. En el caso del régimen nazi posiblemente sería así, pero éste iba un paso más allá: incluso aunque el propósito inicial hubiese sido para otros fines distintos. Ahí no pudimos darle la razón y terminó enrocándose, lo cual no hizo sino incrementar su fama de raro.
Hace mucho tiempo de esto, lo tenía bastante olvidado.
Pues bien, el "rarito" de la clase hoy podría ser un héroe. Esto cuadra con la idea de los superhéroes de comic, que son todos bastante extraños en general, por no llamarlos perdedores. Héroes que sirven a la sociedad mientras viven vidas anónimas, ordinarias y mediocres donde ocultar su grandeza y sus poderes.
Pero también tenemos al héroe fortuito. Una persona que bien podría ser un auténtico hijo de puta (no digo que este Ignacio o mi compañero lo fueran) y que en un instante, por estar en el sitio y lugar oportunos, en las condiciones necesarias, y tener una reacción (que no una forma de ser) apropiada, se convierte de la noche en la mañana en un héroe. Miles de actos de cobardía e infamia desconocidos borrados de un plumazo por una sociedad que lo encumbra. El villano redimido. Y mientras, héroes anónimos que luchan cada día por el bien de la humanidad, son relegados a la más absoluta ignorancia porque se da por hecho su labor, porque esa labor no parece tan espectacular. ¿No es irónico? Buscamos referentes de héroes a los que parecernos, pero los tenemos a mano y los denostamos. La humanidad es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario