lunes, febrero 15, 2016

Nuria

Una ironía de la vida: mi prima Nuria llevaba largo tiempo pidiendo en el trabajo un traslado a Zaragoza para estar con su madre, enferma de cáncer. Ahora que mi tía acaba de fallecer, le conceden el mismo. Normalmente las ironías de la vida me arrancan una sonrisa, pero están llenas de cinismo, frustración y una ira latente. Las cosas que queremos, si llegan, a veces lo hacen demasiado tarde.

Aun así, me cuenta mi prima que se marcha a Zaragoza. Necesita empezar de cero. Lo entiendo perfectamente: un cambio te mantiene tan ocupado con la adaptación que dejas de pensar en otras cosas más dolorosas. Zaragoza, además tiene ciertas ventajas: antiguos amigos, familia, la patria perdida (en el sentido Heimat), así como las comodidades y ventajas de una ciudad de tamaño medio. En cierta forma, la envidio. Envidio los cambios que todo el mundo parece experimentar a mi alrededor. A ratos pareciera que todo el mundo evoluciona, excepto yo. Y no es verdad del todo, porque ahora mismo comienzo una nueva etapa, pero no es la que quisiera vivir en realidad.

Nuria nunca ha sido una persona con la que me haya relacionado muy intensamente. De pequeñas ayudaba tener una edad similar y coincidir en el pueblo aunque no fuera muy frecuentemente. De mayores no tuvimos apenas contacto hasta que llegó a Madrid. Pero realmente nuestra relación mejoró con el viaje que hicimos juntas a Israel. Nos llevamos bien, a pesar de los caracteres tan diferentes. Y sin embargo, a pesar de vivir en la misma ciudad, nos relacionamos lo justo. Creo que ambas sabemos que no nos necesitamos.

No obstante, ahora mismo siento un fuerte apego por ella, tanto que me duele que se marche. Tengo la sensación de que pasado el viaje que tenemos el próximo fin de semana, ambas dejaremos de vernos. Sé cómo funciono: ahora siento una gran tristeza, pero me desapegaré en cuanto deje de verla. A veces me sorprende cómo soy capaz de mantener tantas amistades en la distancia, cuando me relaciono tan poco. Debe ser que ciertos vínculos de amistad son diamantinos y perduran a pesar del tiempo y la distancia. Creo que no será así en el caso de Nuria.

Sin duda, Nuria no tiene nada que la retenga en Madrid, mucho menos yo. Tras el fallecimiento de mi tía me sentí muy mal por mi prima. Debe ser muy triste estar tan sola en el mundo. Aunque parezca llevarlo bien por fuera, en el fondo la procesión va por dentro. Es esa manía que tenemos de aparentar fortaleza cuando en el fondo queremos llorar. En eso, me siento identificada con ella, a pesar de la diferencia de circunstancias. Pero admiro su capacidad para lidiar con la soledad y la tristeza. Debería preguntarle cuál es su receta mágica.

Ahora mismo me siento tremendamente sola y la temperatura de la habitación parece haber caído diez grados de golpe. Necesitaría un abrazo, pero no hay nadie.

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