Metz. Son las 6:50 de la mañana y hace rato que estoy despierta. La causa es la luz que entra por la ventana del salón del apartamento. Hoy me ha tocado dormir en el sofá cama del salón, y no hay cortinas que paren la luz. Estamos en pleno solsticio, así que el sol ha decidido levantarse pronto, demasiado pronto. Me cuesta dormir con tanta claridad.
La luz del día me ayuda a contemplar el apartamento bajo otra óptica. Qué diferentes son los colores y los matices al amanecer. Pero la sensación con la casa es similar: extrañeza. Es un apartamento enorme, hasta bonito. Lo que menos me gusta es que está en una quinta planta sin ascensor.
Es un apartamento de hombre, pero la decoración es poco usual. Tiene detalles insólitos, tanto que he pensado que era un libra. A ratos la decoración me resulta excesiva. No va nada conmigo. No digo que la casa sea incómoda o poco acogedora, simplemente que se corresponde a alguien con gustos muy diferentes a los míos.
Creemos que es la residencia habitual de un hombre que alquila el apartamento cuando se ausenta de la ciudad. Así que tenemos que compartir el espacio con sus enseres. Y aquí es donde está la pega.
No entiendo cómo alguien puede mostrar su intimidad tan abiertamente a unos extraños. Se puede saber tanto de una persona por los detalles: la decoración de la casa, la distribución de los muebles, las fotos que cuelgan de las paredes, el estilo de los cubiertos, la marca de las cremas que usa...Me resulta violento. Es como averiguar algo que no quiero saber. Me resulta demasiado personal, demasiado íntimo. Y toda la casa aporta información, porque cada detalle revela algo. Es abrumador.
Pero la casa me ha hecho pensar si yo no estaré haciendo algo similar en las redes sociales, con este blog, por ejemplo. Qué necesidad tiene la gente de conocer mis intimidades? Qué necesidad tengo yo de permitir que la gente conozca una parte de mí a través de estos escritos? Quizás debiera inhibirme, o escribir sobre cosas más neutras.
La luz del día me ayuda a contemplar el apartamento bajo otra óptica. Qué diferentes son los colores y los matices al amanecer. Pero la sensación con la casa es similar: extrañeza. Es un apartamento enorme, hasta bonito. Lo que menos me gusta es que está en una quinta planta sin ascensor.
Es un apartamento de hombre, pero la decoración es poco usual. Tiene detalles insólitos, tanto que he pensado que era un libra. A ratos la decoración me resulta excesiva. No va nada conmigo. No digo que la casa sea incómoda o poco acogedora, simplemente que se corresponde a alguien con gustos muy diferentes a los míos.
Creemos que es la residencia habitual de un hombre que alquila el apartamento cuando se ausenta de la ciudad. Así que tenemos que compartir el espacio con sus enseres. Y aquí es donde está la pega.
No entiendo cómo alguien puede mostrar su intimidad tan abiertamente a unos extraños. Se puede saber tanto de una persona por los detalles: la decoración de la casa, la distribución de los muebles, las fotos que cuelgan de las paredes, el estilo de los cubiertos, la marca de las cremas que usa...Me resulta violento. Es como averiguar algo que no quiero saber. Me resulta demasiado personal, demasiado íntimo. Y toda la casa aporta información, porque cada detalle revela algo. Es abrumador.
Pero la casa me ha hecho pensar si yo no estaré haciendo algo similar en las redes sociales, con este blog, por ejemplo. Qué necesidad tiene la gente de conocer mis intimidades? Qué necesidad tengo yo de permitir que la gente conozca una parte de mí a través de estos escritos? Quizás debiera inhibirme, o escribir sobre cosas más neutras.
1 comentario:
"Intimidad". Nunca pensé que ese significante acabaría teniendo tantas resonancias en mi vida... Es el área de la seguridad a la que se enfoca mi trabajo y es también el mensaje parafónico que me dejaron entes desconocidos cuando busqué pruebas de lo paranormal y, por ser, es hasta lo que no tengo con nadie...
Pienso que escribimos o leemos o hablamos para saber que no estamos solos. Y no se trata de demonizar a la soledad. Yo también la busco a menudo, en especial cuando tengo el alma en carne viva y no soporto el roce más banal con quien sea. Sin embargo sucede que, a veces, lo que sentimos va bastante más allá de la soledad y se interna en las los territorios oscuros de algo peor y más inconfesable, a la vez que insoportable, como es el desamparo.
Así que quiero mostrar mi apoyo al derecho que nos asiste de lanzar nuestra propia voz al exterior, a gritar a pleno pulmón o ahogadamente entre lágrimas si fuera el caso, aquello que nos define y nos es vitalmente importante. Si yo mismo pudiera, gritaría, pero me visualizo haciéndolo y constato que es una película muda.
¿Qué nos frena? ¿Es el pudor o es el miedo a que se pierda nuestra voz en el vacío o, peor aún, que la respuesta sea rechazo? ¿Nos avergonzamos de no ser fuertes? ¿Por evitar todo riesgo de auto-compasión desatendemos las necesidades más básicas de nuestro ser? Estos días no tengo respuestas, lo siento.
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