Después de muchísimo tiempo, retomo el blog. Y voy a empezar con un experimento reciente sobre el agua. Me encanta el agua, es mi elemento favorito, con el que más identificada me siento, con el que conecto mejor. Por eso cualquier noticia sobre el agua me llama la atención. Y así he descubierto este experimento.
Masaru Emoto fue un doctor de medicina alternativa que se dedicaba a exponer varios recipientes de agua a palabras, dibujos, música, congelar las muestras, y examinar los patrones resultantes en los cristales de agua. El primer recipiente recibía mensajes positivos y armoniosos, el segundo no recibía ninguno, el tercero se exponía a mensajes negativos. El resultado de las fotografías mostraba cristales perfectos para el primer recipiente, amorfos para el último.
Esto venía a apoyar la teoría de Emoto de que si el pensamiento humano era capaz de afectar al agua de esa manera, el ser humano se veía igualmente condicionado al estar compuesto en un 80% de agua. Creo que también hay algún experimento hecho con arroz para probarlo (incluso me suena de que hayan emitido algo en el noticiario) . La teoría, sin embargo, fue duramente criticada por la comunidad científica, por la ausencia de resultados concluyentes, la escasa ortodoxia de los experimentos, y por un posible sesgo cognitivo de Emoto.
Ahora otro experto en terapias alternativas, David Sereda, ha repetido los experimentos del agua aplicando la frecuencia del sol: 126,22Hz y ha encontrado también patrones armoniosos. Esta agua parece contribuir a mejorar la salud de aquellos sujetos que la han consumido, medido en los parámetros de los análisis de sangre. Esto según Sereda confirma que el agua tendría cierta memoria y consciencia.
Independientemente de la controversia, el experimento nos remite al antiguo principio hermético de vibración, que explica que las diversas manifestaciones de la materia (de la realidad) son el resultado de los diferentes estados vibratorios. El principio se aplica también a la mente y al espíritu. Todo vibra. Y la vibración se transmite. Así pues el agua bien podría recibir la influencia de estas vibraciones y cambiar con las mismas.
El otro tema que me ha encantado es conocer la frecuencia del sol. No sé de qué me sorprendo: una vez escribí sobre los sonidos de los planetas en su movimiento de traslación (no soy capaz de encontrar el dichoso post). En fin, he buscado la frecuencia 126,22 Hz en Google y he encontrado un vídeo con el tono. Es como escuchar ruido blanco. Esto me ha dado una idea: ya que a veces escucho ruido blanco para concentrarme en el trabajo (y para aislarme), podría escuchar esta frecuencia de continuo. No sé, quizá mi mente termine por formar cristales bellos. O quizá mis conexiones neuronales se reconfiguren para mejor. Daño no creo que me haga. No más que la monótona voz de Darío en sus interminables telcos. Claro que Rosa tiene un pitch más agudo y me parece igualmente insoportable.
La segunda idea es buscar las frecuencias de todos los planetas del sistema solar y combinarlas. Así me haría una idea de cómo suena el universo. Esto es un poco más complicado de realizar porque requiere un poco de tiempo por mi parte, algo que no me sobra precisamente.
La tercera idea: durante la búsqueda de la frecuencia solar he descubierto otras frecuencias de referencia. No sé a qué se corresponden, pero me gustaría averiguarlo. Estoy intrigada con los 528Hz.
Y por último: estos experimentos me parecen muy relacionados con la teoría de holosíntesis, que conozco muy tangencialmente. Creo que es hora de revisar los apuntes que Ainoa me pasó. O de quedar con ella y que me vuelva a contar todo. Al menos sacaré una charla interesante con una vieja amiga.
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