Este
fin de semana completé el segundo nivel del curso Zen de Suzanne Powell. Lo
llaman Zen pero no entiendo por qué, ya que no tiene nada que ver con la
escuela budista. Lo que enseñan es una forma de canalización de energía de la
energía cósmica a través de los siete chakras del cuerpo para la sanación de
enfermedades. Sólo las personas iniciadas tienen la capacidad de aplicar el
llamado “toque zen”, que se usa a tal fin.
El
curso se estructura en dos niveles que se imparten en dos fines de semana. En
el primer nivel se activa la capacidad de los chakras al 30%, en el segundo se
activa al 60%. No está claro cómo se adquiere el 100%, aunque estoy de acuerdo
con la propia Suzanne cuando recomendó practicar en el segundo nivel antes de
avanzar más. En este sentido, nuestro ego nos anima a acumular más y más
niveles, sin haber afianzado el anterior.
Hay
otro punto más a favor del argumento: parece que una capacidad 100% te pone en
comunicación directa con la parte multidimensional del ser humano, y hay que
estar muy preparado para esto. Yo no sé si lo estoy. Una parte de mí le
encantaría, pero otra siente miedo. Ese miedo es el que me evita ciertas
experiencias espirituales.
El
toque zen es sólo una de las herramientas que se enseñan en el curso. El resto
lo completan la respiración consciente, que mueve la energía cósmica, y la
meditación, que ayuda a mantener activa la capacidad de los chakras. Estas dos
últimas herramientas me parecen importantes, porque aunque el toque zen sea la
más atractiva (poder pensar que puedes ayudar a sanar o aliviar ciertas
enfermedades), la respiración consciente te permite centrarte en el presente,
mientras que la meditación te permite serenar la mente. Como poco, la enseñanza
te ayuda a conseguir una práctica regular de bienestar, similar a la que se
podría conseguir con el mindfulness, por ejemplo, si bien el catálogo de
meditaciones de éste es más amplio.
El
toque zen ya es una cuestión de fé, aunque estoy dispuesta a experimentar. Se trata
de tocar una serie de puntos locales afectados por una enfermedad más su chakra
asociado. Así, por ejemplo, el chakra 5 se relaciona, entre otras cosas, con el
habla. El toque zen sólo puede aplicarse si se tiene la capacidad despierta,
que es lo que se activa en los cursos.
Los
cursos son gratuitos. Solamente se pide la voluntad al final del curso para
cubrir los gastos de alquiler de la sala. Si lo comparamos con otros cursos,
resulta más económico. Aunque también es verdad que por poco que den los
asistentes, dado su volumen (mil personas), se pueden alcanzar cantidades
importantes.
Además
del toque zen, está el llamado “reset”, una herramienta que solamente pueden
aplicar personas con capacidad total: la propia Suzanne y sus colaboradores.
Aquí la persona que hace el reset conecta su campo magnético con la persona que
lo recibe para detectar dónde están los bloqueos y liberarlos. El sábado tomé
uno de esos resets, y he de decir que por lo menos me han dejado las lumbares
como nuevas. Ya no me duelen, y eso que llevaba varias semanas con un dolor
importante. Desde entonces no me he resentido. A ver si dura porque qué gusto
es sentirse sano.
Sobre
la fundación Zen y la propia Suzanne sé poco. Llegué a ella por una de las
chicas del curso de lo divino femenino, que la recomendaba. Al primer nivel fui
un poco por curiosidad, y porque el curso es gratuito. Luego quise terminar la
práctica. La enseñanza me parece muy sencilla, apenas requiere tiempo, y como
ponente, Suzanne es muy buena. Es muy divertida y amena, lo cual hace que el
curso sea muy llevadero. Detractores tienen.
Sobre
los participantes, como digo, una asistencia importante, constituida por un
grueso claramente femenino (aunque la cantidad de hombres no era desdeñable),
de todas las edades, y diferentes procedencias (mayoritariamente de Madrid que
es donde se celebraba el curso). Las experiencias también diferentes. Hay gente
que experimenta cosas que me dan envidia, como muy avanzadas. Pero ya digo que
quizás mis miedos no me permiten avanzar más, o no estoy preparada (ley de
correspondencia (recibes lo que te corresponde, nada más y nada menos), o
quizás es que me hago pajas mentales. También hay mucho ego espiritual, aunque
la base de la enseñanza se base en la humildad. Y por ratos, aquello parece un poco secta, pero si es peligrosa no lo he detectado.
De momento
me he agenciado un par de cobayas que me permiten practicar con ellos. Si mi
disciplina me permite continuar (porque me cuesta mantener la práctica – llevar
a tierra, que diría Carmen), podré comentar más cosas en el futuro. O quizás
no.
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