Esta mañana habría el día con una "triste" noticia: el cierre de Fotolog. Yo tenía una cuenta en Fotolog, que no usaba desde hace muchos años. Sin embargo, he sentido pena igualmente, soy así de nostálgica. Y como buena nostálgica he intentado entrar en la que fuera mi cuenta, pero obviamente el servidor estaba caído. Aun así, he podido ver alguna de las fotos que allí colgué en su momento, como la de este árbol del PACMAN que pusieron en Nuevos Ministerios en las Navidades del 2010. ¡Qué cosa más friki y qué gracia me hizo!
Otras fotos incluyen un paseo por El Pardo en la época de la berrea, una visita al jardín botánico, los tomos del MBA, una foto de los tres mosqueteros en el monumento del holocausto en Berlín, una antiquísima foto de un San Teleko donde debí ponerme una peluca negra (yo, sí, la que hace cosas raras de vez en cuando), una foto de una fumarola de la Solfatara de Pozzuoli exhalando sus gases sulfúricos (qué colocón de azufre me pillé aquel día), unas galletas con forma de ojos sangrantes que hice para Halloween, y el adorno de la bruja patilarga que aún cuelga de mi árbol navideño. No es mucho, pero son bonitos recuerdos. Hoy saben un poco agridulces, como suelen saberme los recuerdos cuando estoy especialmente sensible. Hoy es un día de esos en los que parece que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Con la muerte de Fotolog, desaparecen todos aquellos recuerdos que menciono, momentos que ni yo misma recordaba. Estampas capturadas sin el gran propósito de permanecer, de ser eternas, simplemente ilustrando un instante cotidiano, una ocurrencia de las mías, y que en el fondo resultan ser mucho más auténticas que muchas de las fotos que guardo para la posteridad. Quizás el filtro del tiempo o mi particular humor de este día hacen que parezcan mejores, pero me gustan estas fotos modestas, sin pretensiones, entrañables que dicen tanto sobre mí y sobre quien soy. O mejor dicho, quien era entonces. Mucho ha llovido y mucho he cambiado. A veces me echo de menos.
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