El mundo despertaba ayer con una nefasta noticia: la muerte de David Bowie a los 69 años por cáncer. Tras la incredulidad inicial llegaba el estupor que causa la confirmación de la noticia, sustituido a continuación por la tristeza de la despedida. Miles de mensajes de pésame y reconocimiento llenaban las redes sociales en homenaje de quien es por derecho propio una leyenda de la música.
He de reconocer que nunca fui una fan total de Bowie, quizás porque él nunca entró en el legado musical de mi padre. Me gustaban muchas de sus canciones y reconocía su influencia en la música más moderna. Era original, transgresor, camaleónico. Era genial. También fue uno de mis mitos eróticos de la infancia, desde que interpretara el papel del Rey Goblin en la incunable "Dentro del Laberinto".
La noticia de su muerte me dejó un tanto tocada. Cuando llegué a casa y leí los mensajes de cariño expresados por la gente me eché a llorar. Lloré más por él que por Lemmy Kilmister hace unos días, a pesar de que la música de Mötorhead es más próxima a mis gustos actuales. Entonces me pregunté si lloraría tanto por alguno de mis referentes. Supongo que dependerá de quién sea. Estoy segura de que el día que muera Serrat, lloraré como una magdalena, pero dudo mucho que llore por Steve Harris, por ejemplo.
Tras el sofocón tonto, me dio por ponerme filosófica. Me pregunté si aún quedan referentes musicales, gente que realmente pueda significar algo para las futuras generaciones. El panorama es desolador. No creo que ni One Direction, ni Justin Bieber, ni Pitbull, ni otros artistas de moda puedan llegar a algún día a ser para la música lo que Bowie fue. No es por ofender. Estoy segura de que puedo encontrar canciones de estos que me puedan gustar. Pero es como comparar una hamburguesa del McDonald con un solomillo de ternera. Cada uno vale para un momento, pero no se recuerdan igual. No es lo mismo la música hecha para consumo masivo, que las obras de arte que crearon otros.
Esto también me lleva a pensar en la injusticia cometida contra artistas como Bowie, que no creo que aparezcan aún en los libros de historia musical. Está muy bien hablar de Mozart y Beethoven, pero creo que gente como Bowie, Mercury, Dio, etc, merecen ser recordados y reconocidos.
Aquí pasa un poco como con la asignatura de historia: siempre empezábamos por la prehistoria y nos quedábamos en los Austrias porque el curso nunca daba más de sí. Así jamás llegamos a aprender bien la historia moderna, la historia que está más cerca de nosotros y que ha tenido mucho más impacto y sentido. Supongo que este orden responde a una lógica, pero creo que estaría bien replantear un poco las cosas. Espero que algún día llegue.
Mientras tanto, querido David Bowie, aquí va mi pequeño homenaje. Muchas gracias por todo lo que nos has dado.
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