Yí rì sān qiū. Un día, tres otoños. Los chinos usan esta frase cuando echan mucho de menos a alguien (o cuando la pena invade). Un día se siente como si fueran tres otoños. El otoño, la estación de la melancolía. Curiosamente es mi estación favorita, aunque sea en preparación del invierno, que es el negro total, la muerte.
Tres otoños seguidos es mucho tiempo, pero no sé si se refiere a tres otoños de sufrimiento, o tres otoños menos de vida. Son muchos días echando de menos, no sé si tendré tantos años en mi cuenta. Tampoco todos los otoños son iguales. Los hay más húmedos y fríos que otros. “Lo que mata es la humedad”, que decían en “Andrea Celeste”.
Lo echo de menos, irremediablemente. Echo de menos sus ojos, su sonrisa, su abrazo. Duele, y el corazón se inunda de lágrimas. El trabajo me anestesia y me da treguas. También me dedico a actividades estúpidas que me mantengan ocupada. Ayer, por ejemplo, me fui a un taller de Lush, que me puso a tierra. Toco tierra siempre que mis manos se embadurnan y se ensucian. Amasando la mascarilla, por ejemplo. Siempre ayuda tocar tierra, me descarga.
A veces siento el impulso de escribirle, o caigo en la trampa de pensar si él me echará de menos a mí, pero luego recuerdo lo poco que he significado, y vuelve el viento frío arremolinando las hojas amarillas. Me acurruco otra vez en mi interior en busca de un consuelo que no encuentro en el exterior.
Esto va a llevar tiempo. A veces nos empeñamos en querer salir muy deprisa de una situación porque nos resulta dolorosa, pero es necesario comprender y aprender la lección que esta situación contiene. Además todos tenemos un ritmo, y yo suelo ser lenta. Por tanto mi otoño será largo, aunque Imbolc anuncie ya la primavera.
Te extraño más allá de mi
propio entendimiento,
mi corazón que padece tu ausencia,
como si fuera de luto.
Mi mente juega conmigo,
creando abismos en mi lógica,
tu lejanía en mí es una tortura
que provoca una tristeza profunda
y devastadora…
Porque un día de tu ausencia
se siente como tres otoños.
Tres otoños seguidos es mucho tiempo, pero no sé si se refiere a tres otoños de sufrimiento, o tres otoños menos de vida. Son muchos días echando de menos, no sé si tendré tantos años en mi cuenta. Tampoco todos los otoños son iguales. Los hay más húmedos y fríos que otros. “Lo que mata es la humedad”, que decían en “Andrea Celeste”.
Lo echo de menos, irremediablemente. Echo de menos sus ojos, su sonrisa, su abrazo. Duele, y el corazón se inunda de lágrimas. El trabajo me anestesia y me da treguas. También me dedico a actividades estúpidas que me mantengan ocupada. Ayer, por ejemplo, me fui a un taller de Lush, que me puso a tierra. Toco tierra siempre que mis manos se embadurnan y se ensucian. Amasando la mascarilla, por ejemplo. Siempre ayuda tocar tierra, me descarga.
A veces siento el impulso de escribirle, o caigo en la trampa de pensar si él me echará de menos a mí, pero luego recuerdo lo poco que he significado, y vuelve el viento frío arremolinando las hojas amarillas. Me acurruco otra vez en mi interior en busca de un consuelo que no encuentro en el exterior.
Esto va a llevar tiempo. A veces nos empeñamos en querer salir muy deprisa de una situación porque nos resulta dolorosa, pero es necesario comprender y aprender la lección que esta situación contiene. Además todos tenemos un ritmo, y yo suelo ser lenta. Por tanto mi otoño será largo, aunque Imbolc anuncie ya la primavera.
Te extraño más allá de mi
propio entendimiento,
mi corazón que padece tu ausencia,
como si fuera de luto.
Mi mente juega conmigo,
creando abismos en mi lógica,
tu lejanía en mí es una tortura
que provoca una tristeza profunda
y devastadora…
Porque un día de tu ausencia
se siente como tres otoños.
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