Valentina nació un verano de 1919 en un pequeño pueblo de Guadalajara, cerca de la provincia de Soria. Sin embargo su familia se trasladaría pronto a Madrid, cerca del cementerio de la Almudena, donde su padre trabajó de sepulturero. Ella era la segunda de ocho hermanos, la primera de las chicas.
Empezó a trabajar muy jovencita de sirvienta para una familia burguesa del distrito de Chamberí. Allí conocería a su marido, Ángel, un vecino de la misma finca.
La guerra civil aplazó el noviazgo. Valentina se marchó a La Granja con la familia para la que trabajaba, un sitio apenas afectado por la guerra. Ángel se alistó en el ejército republicano en Madrid, tuvo que retirarse a Valencia cuando el bando nacional empezó a ganar, y terminó exiliado en el sur de Francia unos años.
A la vuelta del exilio, Valentina y Ángel se casaron. Eso debió ser en 1944. Un año después nacía su único hijo, José, llamado así por el mayor de sus tíos maternos.
Toda la familia vivió en la calle Ruiz hasta 1961. Ángel trabajó en una imprenta. Valentina siguió trabajando con la misma familia hasta que, por una decisión extraña los echaron de la casa. Vivirían unos años más en casa de una vecina, pero ya habían comprado un piso en el barrio del Pilar. Este sería su vivienda hasta su muerte. No volvió a trabajar.
Valentina tuvo una vida sencilla. Se dedicó fundamentalmente a ser ama de casa. Luego cosía, hacía punto, leía revistas de corazón, veía telenovelas, telefoneaba a sus hermanos, paseaba con su marido cuando volvía del trabajo... La verdad que no sé mucho más de su estilo de vida porque tampoco era una mujer que se prodigase mucho.
Tomaba una copita de vino cada día, que es una de las posibles causas de su longevidad. Nunca estuvo enferma hasta el año pasado, cuando hubo que ingresarla por encharcamiento de pulmones, y superó después una embolia pulmonar.
La muerte de Ángel hace 19 años la marcó significativamente, porque ya nada sería igual en su vida. Desde entonces vivió sola, visitada por su familia de vez en cuando. También tuvo que enfrentar el cáncer de su hijo más las innumerables secuelas derivadas de la enfermedad.
Cuando sus funciones empezaron a mermarse, su familia contrató una persona que le hiciera compañía por las noches, más una mujer de la limpieza enviada por la asistencia social, y el cuidado de su hijo y su nuera.
Valentina falleció de madrugada a causa de una insuficiencia cardiorrespiratoria y renal que la llevó a ingresar el día de Año Nuevo.
Tuvo una vida larga, sencilla y buena. No se puede pedir más.
Hasta pronto, abuela.
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