“La
mayor cobardía es no intentar ser feliz”. Así me hablan los registros akáshikos
cuando menos me lo espero: frases solemnes y lapidarias, muchas veces inesperadamente,
sin necesidad de abrir los archivos. Me suelen dejar un poco descolocada, sobre
todo cuando no soy capaz de aplicarlo a nada. Por ejemplo, en el metamórfico de
hace dos semanas me soltaron la frase “Yo elijo mi propio infierno”, y tuve que
abrir los archivos para intentar saber a qué se referían. Como siempre, nunca
estoy segura de si lo que escribo es invención mía o no. No importa ahora: el
objetivo es crear el enlace.
Volviendo
a la cobardía, lo he relacionado con el tema del egoísmo. Esta mañana lo tenía
más claro, a ver si soy capaz de expresarlo. Ser feliz tiene que ver con ser
fiel a uno mismo y a sus necesidades. Algunas personas lo llaman egoísmo,
considerando que es algo malo, cuando el egoísmo es necesario para poder
llenarse. Uno no puede dar si no está pleno. Uno no puede estar pleno si no se
da a sí mismo primero. Uno no puede esperar que todo esté bien a su alrededor,
sino no está bien internamente.
Ser
feliz es estar conectado a la fuente. Lo otro es simplemente ego. Sufrir es
ego, o más bien, es una resistencia del ego a la ruptura de ciertos patrones
con los que opera.
Ir en
contra de uno mismo significa someterse a los criterios de los demás cuando
quieres hacer justo lo contrario; es someterte a las normas creyendo que así te
van a querer más; es no darte lo que necesitas o lo que quieres sólo porque
alguien te dice que no lo mereces; es cumplir con las expectativas ajenas, sin
tener en cuenta tu ilusión y tus aspiraciones. Es negarse a uno mismo. ¿Hay
mayor traición?
Por
eso, si quieres fumar, fuma. Si quieres comerte un pastel estando a dieta,
cómetelo. Si quieres subir una montaña, hazlo. Si quieres irte pronto a casa,
apaga el ordenador y márchate. Haz lo que te dé la gana, siempre desde el amor,
no desde el temor. No te sacrifiques, porque eso sí es egoísta: el mundo
debería verte en tu mayor grado de expresión y plenitud, en tu esencia pura.
Alguno puede decir: ¿Y si hago daño a alguien? Ya te te haces a ti mismo. Los registros no
dicen que hagas el mal (¿qué es el mal exactamente?), ni que causes dolor
deliberadamente, pero está claro que hay acciones que provocarán reacciones
adversas en otro. Eso puede ser inevitable, incluso cuando creemos estar haciendo bien (como el cuento de la crisálida que fue abierta antes de tiempo). También es adverso cuando el otro espera un resultado concreto de tu parte. También ese dolor puede ser parte de su
propio crecimiento. Pero la pregunta quizás debiera ser: ¿Acaso tú no importas?
¿Acaso eres menos? El que más. Para ti, el que más. Da igual el rol que tengas:
hijo, hermano, jefe…Tú primero. Otra pregunta: ¿cuánto tienes que perder por no querer ir a tu favor? ¿Cuánta mierda vas a tragar hasta explotar por no ponerte en tu sitio? ¿Cuánta satisfacción y alegría vas a sacrificar en beneficio de otros?
Y dicho
esto, ahora me toca interiorizarlo y saber cómo aplicarlo para no ser tan
cobarde como suelo ser.
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