Propuesta koreana finalizada. Hecha en una semana y entregada con holgura de tiempo. Todo un récord. Todo un logro. Estoy contenta por haber concluido, pero también por otra serie de aspectos que he podido experimentar durante este corto espacio de tiempo:
- Control de la ansiedad. Empecé con mucha presión, como siempre, pero durante la semana he conseguido que me afectara lo menos posible. Mi mantra: “pensar así no me ayuda”. La tarea a realizar y el tiempo son independientes de la presión, pero yo no. Cuanta más presión, peor hago las cosas porque me atoro. Si me concentro en mi tarea y dejo de lado la presión, las ideas parecen fluir con más facilidad y parece que la carga es más ligera.
- Consideración de mi persona. Hay momentos en que uno quiere pero no puede. O momentos en que por más que lo intentes, las cosas no salen como uno querría. Se puede tomar el camino de la desesperación y la frustración. O bien se puede pensar que no es el momento adecuado y que ya llegará. Lo importante es aceptar que uno puede encontrar dificultades, pero hay que encontrar el momento para superarlas. Y esas dificultades no dependen de la valía de uno mismo. A veces estamos demasiado cansados, demasiado presionados, demasiado ciegos. A veces no sabemos cómo enfocar un tema porque no tenemos el conocimiento necesario en ese momento. Así que es preferible dejar las cosas como están y esperar a que el viento cambie.
- Respeto de los horarios. Quitando unas horas del domingo y un par de horas extra, he hecho la propuesta en mis horas. A veces echar más tiempo a una tarea no hace que avance más deprisa ni que el resultado sea mejor. Al contrario, sólo conseguimos estar más cansados y ver las cosas con menos claridad. El descanso es necesario para el cuerpo y la mente. Ni que decir tiene que ir al gimnasio después del trabajo ayuda a liberar muchísima tensión y energía sucia.
- Desligamiento emocional. Desde hace un tiempo estoy intentado hacer mi trabajo con cariño, pero intentando no involucrarme emocionalmente en el mismo. Esto lo he aplicado también a la propuesta. Mi objetivo era simplemente entregar una propuesta completa, y así ha sido. ¿Me siento contenta? Sí. Pero no necesito reconocimiento. Tampoco me lo van a otorgar. Ni siquiera si la ganamos (que sinceramente espero que no porque sería un marrón importante).
- Otra cosa que me ha ayudado mucho es intentar ver la tarea como un reto más que como un castigo. Y verla como una especie de aprendizaje más que como una obligación tediosa. La tarea sigue siendo dura, pero esta forma de pensar es muchísimo más motivadora y dinámica. Y sinceramente, es cierto que se aprende mucho. Más cuanto mayor es la dificultad.
- Gestión de la libertad. Estamos sometidos a la opinión de los demás. Parece que debemos comportarnos conforme a unos criterios para que los demás piensen lo mejor de nosotros. Pero ¿quién impone esos criterios? Nuestras creencias, no los demás. Y como mis creencias las pongo yo, también puedo modificarlas. Así que si decido trabajar un domingo es porque me compensa hacerlo para poder irme el viernes de viaje, no porque eso me eleve delante de mi jefe. Si quiero empezar la jornada a las 9 en vez de a las 8, tengo todo el derecho del mundo a hacerlo, sin sentirme mal por el qué pensarán mis compañeros. Soy libre para hacer lo que me dé la gana. A fin de cuentas soy yo quien va a afrontar las consecuencias. Pues como me dijo una vez Diego: ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos.
- Superación del perfeccionismo. Esto no ha sido fácil para nada. Sigo cayendo en la trampa del perfeccionismo una y otra vez. Eso me resta eficacia y calidad. Al menos me doy cuenta y trato de enmendarlo, lo cual, quiero creer, hace que no me atasque en el bucle tanto como antes. También me he dado cuenta de que la perfección es subjetiva. Mi idea de resultado perfecto puede no ser el resultado perfecto absoluto. Así que yendo hacia ese camino, quizá no estoy acertando.
- Escuchar la opinión de otros. Tengo la peor opinión de Kraken desde la propuesta de D. Me parece un jeta profesional. Así que trabajar con él en esta propuesta no me hacía especial ilusión y además estoy siempre a la defensiva con él (y sobre todo alerta). Sin embargo, he sido capaz de superar mis prejuicios y escuchar lo que decía. Bien, sigue siendo un jeta, pero algunas de sus sugerencias me han parecido acertadas y las he seguido. Incluso hemos llegado a estar de acuerdo en el enfoque de la situación. Es más, creo que hasta le caigo bien.
- Responsabilidad. Cuando tu jefe dice que te va ayudar a escribir la propuesta, ya sabes que no es cierto y que terminarás haciéndola sola. Nada nuevo en el horizonte, salvo que sigues cayendo en la trampa. La diferencia es que ahora me molesta menos e intento aceptar la situación como viene. No es que me agrade, pero ya no siento ese rencor que sólo entorpece mi paso.
- Me sigue pareciendo mal que no me dé prioridad frente a otros y que no me atienda como debiera cuando se reúne conmigo para hablar del tema. Pero a fin de cuentas, eso es cosa suya. El resultado puede depender de esa falta de atención, pero yo ya no me siento culpable. Sólo acepto la parte de responsabilidad que me toca.