lunes, septiembre 25, 2017

Estigma y causalidad

A mí me enseñaron a ser responsable. Por eso suelo admitir mis fallos y apechugar con mis acciones. Así que lo suyo era parar a socorrer a la persona que he atropellado esta tarde. No lo he pensado siquiera, he actuado por impulso, parando el coche y preocupándome por ella. Era lo que tenía que hacer.

La "culpa" ha sido mía: estaba girando en un cruce un poco peligroso, vigilando que los coches en sentido contrario no me impedían girar, cuando me he topado con ella. Ha sido un buen empujón. Si he frenado, ha sido poco, tarde. La mujer ha caído completamente del costado izquierdo, resintiéndose del brazo.

Enseguida otros peatones y coches se han aproximado para ayudarla. Es bueno saber que todavía queda algo de humanidad. Pero también es cierto que la mayoría me han acusado con la mirada. Es más fácil empatizar con la víctima que con el responsable del atropello, supongo que es algo biológico. Pero como en toda historia, en ésta también había dos partes, dos implicados, y yo también estaba afectada.

Por suerte o por desgracia he actuado con bastante sangre fría. Es como si hubiese encapsulado toda emoción y la hubiese relegado muy dentro de mí, como diciendo: "esto ahora no te ayuda". Eso ha hecho todo más fácil de sobrellevar, aunque posiblemente de cara a la galería me ha hecho quedar como una persona fría. Curiosamente hoy he leído en astroworld que había unos aspectos planetarios que impedían cualquier tipo de simpatía. Lástima que lo he borrado.

La mujer se ha puesto muy histérica al principio. Me recriminaba que no hubiese visto el semáforo. No creo que mis explicaciones le hayan llegado lo más mínimo, teniendo en cuenta el schock y el malestar general. Le he ofrecido llevarla al hospital, pero creo o bien no se ha enterado, o no le ha dado la gana de permitir mi redención.

El resto de asistentes (que no testigos) parecían estar allí como intentando evitar que yo me diese a la fuga, como si hubiese hecho siquiera el ademán. En realidad, la persona más amable en todo esto ha sido el marido de la mujer, que ha sido bastante conciliador. Pero yo he admitido el atropello desde el primer momento, y he sido bastante objetiva con el asunto, bastante responsable. En cierto modo, me siento orgullosa de mi comportamiento, y mi ego se enfada porque nadie le reconoce eso. 

Los asistentes han llamado a la ambulancia y a la policía, que enseguida se han personado en el lugar del accidente. Los policías han sido muy amables y me han explicado todo bien cuando les he preguntado qué se suponía que debía hacer yo ahora. Me han facilitado todos los datos para dar parte al seguro. Estaban esperando la evaluación de los sanitarios para determinar si tenían que hacer un parte o un atestado. Lo segundo no suena muy bien. 

Y es verdad que durante todo el proceso, una parte de mí se preguntaba sobre las consecuencias del accidente para mí. Se te pasan un montón de cosas por la cabeza. Por ejemplo, ¿qué pasa si la atropellada es una hija de puta que quiere aprovechar el accidente para su beneficio? ¿Y si le gusta hacer daño a la gente?

Mientras pasaba el tiempo, mis defensas iban cayendo, y con ello mi compostura. Me ha costado mantenerla. He acabado llorando en el coche, aunque se me da bien conducir mientras lloro. Aun así, he ido a una gasolinera a lavar el coche, el cual no ha sufrido ningún rasguño en el accidente. Sé que suena muy raro, muy frío, pero necesitaba hacer algo que me serenase la mente. ¿Qué mejor que lavar el coche, que además es algo que tenía que hacer?

Al llegar a casa he dado parte al seguro. Lo he tramitado online porque me daba una vergüenza enorme llamar a un operador. Seguramente me llamen más adelante para confirmar algún dato. También he avisado al marido de la atropellada de que había cursado el parte. La mujer sigue en urgencias. Yo pienso que tiene el brazo roto y nada más. Ojalá. Esta noche voy a dar reiki a la situación.

Igual que he lavado el coche, ahora me he decidido a escribir esta entrada para ver si vuelco toda la carga emocional. 

He estado indagando también sobre el significado del accidente, dado que nada es casual. De hecho, si la mujer fuera de mi palo, debería mirarlo también, porque si lo mío es malo, lo suyo no es mejor. Aun no he llegado a nada concreto, aunque hay algunas entradas que me llaman la atención:

"El accidente indica una necesidad directa e inmediata de pasar a la acción. La necesidad inconsciente de cambio es tan grande que el pensamiento usa de una situación extrema, incluso dramática para que tome consciencia que debo probablemente cambiar la dirección que actualmente estoy tomando."

"La culpa está muy presente en los accidentes. Y como siempre somos los más severos jueces con nosotros mismos utilizamos el castigarnos. Ser indulgentes con nosotros mismos, tratándonos amorosamente, puede ser una poderosa herramienta para evitar los “accidentes”."

"Si se embiste a otro puedo preguntar ¿por qué necesito pasar por sobre otro para seguir mi camino?, o ¿a quién estoy rechazando con violencia en mi vida? o ¿quién se ha acercado demasiado a mi que necesito alejarlo violentamente?"

"La respuesta: «No lo vi», indica que esta persona deja de ver algo muy importante de su vida."

Todavía no he llegado a ninguna conclusión. Pediré esta noche en sueños que se me revele algo.


miércoles, septiembre 20, 2017

Zapatillas

Mañana me marcho de vacaciones, y como siempre, he entrado en "modo viaje". El modo viaje es esa forma de miedo a la muerte que se experimenta antes de viajar. Así lo defino yo. Lo experimento como resistencia a viajar, pereza, desidia, y la racionalización de los motivos que me llevan al mismo. Me pone un tanto irritable también. Igualmente procrastino todas las tareas que se asocian al mismo: hacer la maleta, sacar dinero, depilarme, etc. Lo voy dejando hasta que no queda más remedio que hacerlo, o bien descartarlo definitivamente.



Mientras intentaba hacer parte de la maleta (que no he conseguido terminar aún), he cogido mis zapatillas del gimnasio, he vertido polvos pédicos en su interior para quitar el olor, y las he dejado apoyadas en la pared. Es la rutina que suelo hacer los fines de semana en preparación de la vuelta al gimnasio los lunes. Pero en este caso, me he dado cuenta de que me iba de viaje, y he sido consciente de que estaba preparando las zapatillas como si diera por hecho que fuera a regresar.

Hay tantos gestos que hacemos automáticamente dando por hecho el resultado. Nuestra mente funciona así, aunque también hay un poco de fé en esto: la creencia de que nada nos va a pasar mientras estemos viajando. Pero podría acontecernos cualquier fatalidad en el camino, algo que no estaba previsto, un suceso que nos arrancara de nuestra vida. ¿Cuántas cosas se quedarían suspendidas? 

A la mente no le gusta pensar que nada se queda indefinido. A la mente le gusta cerrar, concluir, atar cabos. Nos da cierta calma y seguridad. Pero hay tantas cosas que se quedan en el camino pendientes. Cosas a medio hacer revestidas de un final aparente. Todo por no entrar en el desasosiego de las cosas inconclusas.

Miro mis zapatillas y pienso: "si algo me pasase, se quedarían allí esperando mi regreso". Sí, una especie de fantasía de animación en el que mis zapatillas sienten el duelo de mi pérdida. En realidad, preparar las zapatillas es un gesto casi tierno, quizás inútil, pueril, si lo comparamos con todo lo demás que se quedaría pendiente. ¿Qué pasa con los temas sin zanjar, con los retos iniciados, con mis mascotas y mis plantas, con el elemental de mi casa? Pero la pregunta es: ¿Qué pasaría con mis zapatillas?

Daría igual. No tiene ninguna relevancia. Nadie pensaría que esas zapatillas están esperando por mí. Son objetos carentes de una atadura emocional aparente que las vincule a mí. Son objetos prescindibles. Así que mi madre metería las zapatillas en una bolsa de basura con todas mis cosas, y todo se perdería en algún basurero de las afueras de la capital. Una parte de mí moriría con ellas nuevamente. Y así mi rastro desaparecería de este mundo, y quedaría un hueco para aquel que venga a cubrirlo en este mundo.

Mi ego se resiste a esta idea, pero mi alma celebra la libertad.

miércoles, septiembre 06, 2017

Underwater

El mejor estado posible es la paz interior, porque ahí no falta ni sobra nada. Es perfecto.
A veces he conseguido entrar en ese estado y es realmente maravilloso. Hace mucho tiempo de esto. Quizás he perdido la facultad.
Hay dos espacios especiales para sentir la paz: uno es el universo, el otro es el océano.
Hoy me he sentido fuertemente atraída hacia el segundo. Existe en mí un anhelo por sumergirme en sus frías aguas, perderme en su oscuridad y su silencio, donde nada existe, salvo yo. Y la paz del yo.
Olvidarme de todo y dejar de sentir todo salvo la paz. la paz del yo.