jueves, mayo 18, 2017

Cartas a los padres

Una de las cosas más difíles de la vida es aceptar que tus padres no lo hicieron bien contigo. Mal tampoco, simplemente no supieron hacerlo mejor. Eso creó una herida y un niño herido que se perpetúa en el adulto que eres hoy, y que tiene enormes implicaciones en la forma en que te comportas.

Para sanar la herida, se usan varias herramientas dentro del curso del niño interior que estoy haciendo. Uno de los ejercicios más duros consiste en decir a tus padres desde el niño, desde la parte más emocional que tenemos, todo lo que no nos gustó que hicieran y todo lo que nos faltó. Si la memoria puede complicar el recuerdo, no es peor que verbalizarlo delante de unos desconocidos que toman sendos roles paternos y sobre los que vuelcas todo tu dolor y toda tu frustración. Lágrimas aseguradas. Es el comienzo de la sanación, que pasa también por un terrible dolor de cabeza con el que me he levantado esta mañana, y la sensibilidad a flor de piel. El tiempo lluvioso, con todo lo que me gusta, tampoco ayuda.

Durante el ejercicio te sientes culpable por sacar la mierda que llevas dentro, por enfrentarte a tus padres apartando cualquier lógica que pueda ampararlos, por llorar en público cuando eso es algo casi prohibido en tu mente, por sentirte débil y herido. Descargas, pero hay mucho que sacar y muy profundo, muy arraigado, muy reprimido. Por eso el ejercicio continua en casa mediante unas cartas donde expresar a cada uno el dolor de tu corazón, y enfrentarlos nuevamente en el famoso ejercicio de la silla vacía. No va a ser fácil, pero creo que después de la sesión de ayer, tampoco será lo peor del mundo. O quizás sí, porque allí no habrá ningún tipo de protección. Al menos no es público.


miércoles, mayo 17, 2017

Isidro

Hay animales que no sirven para vivir como mascotas. Quizás todos, aunque hay algunos que por tradición nos parece más adaptados. Luego están otros que simplemente arrancamos de su habitat por un deseo de satisfacer nuestro ego para tener una mascota exótica y exclusiva: arañas, reptiles, monos, pájaros, etc. Todos ellos deberían estar prohibidos como mascotas. Se nos olvida que son seres vivos que sienten y que sufren, y nosotros seguimos tratándolos como cosas.

Solemos pensar en animales grandes, pero ¿qué pasa con los pequeños?

El lunes llegó a casa Isidro. Le llamé Isidro por habernos encontrado el día del patrón de Madrid. Isidro es un caracol que apareció en una de las lechugas que traía del pueblo. Los caracoles me parecen adorables, y pensé en cuidarlo. Si Ales es capaz de criar uno, yo también. Así que lo puse en un tupper cubierto con agujeros, con su lechuga remojada, esperando a hablar con Ales sobre cómo se cría un caracol.



Al poco rato me di cuenta de que Isidro no era feliz. No hacía falta que Isidro hablase, se notaba por su comportamiento. Simplemente lo sentía: sentía su tristeza. A ratos hasta temí que pudiera morirse antes de hablar con Ales. Entonces decidí que lo iba a liberar. En mi casa no pintaba nada, Isidro tenía que ser libre.

Lo llevé al día siguiente a un descampado cerca del curro, donde he visto más caracoles otras veces. Desconozco la vida social de los caracoles, pero al menos parece ser un sitio donde un caracol podría sobrevivir. Tampoco conozco las amenazas que acechan a un caracol, pero prefiero darle una oportunidad para que él solo pueda desarrollar su vida.

Mucha suerte, precioso Isidro.