martes, mayo 29, 2007

Adios, querido Genghis

Genghis tenía ya diez años ¿mucho tiempo para un canario? Recuerdo cuando lo compramos en Ribadeo; lo escogimos porque pensábamos que el resto de canarios le agredían. Tenía toda la cabeza pelona y era muy pequeño. Con el tiempo mejoró y se hizo una bola de plumas amarilla muy graciosa. Lo más curioso era su “peinado” estilo fraile. Nada que ver con el nombre que le dimos, Genghis Kahn, demasiado nombre para tan poco bicho; por eso preferíamos llamarle “gordito”.

Me pregunto si sería feliz. No cantaba demasiado, aunque hacía sus gorgoritos en primavera, con la llegada del calor, y, sobre todo, a la hora de la comida para pedir pan, que le volvía loco. En pleno invierno se quedaba en su bañera dentro del agua, como si el frío le gustase. También mordía el papel del periódico del fondo de la jaula, si conseguía llegar a él. En ocasiones le soltábamos a volar por la cocina, pero lo pasaba mal, así que dejamos de hacerlo. Se puso enfermo y las alas se le inutilizaron; ya no pudo volver a subirse a los palos de la jaula. Al menos no pasó el mal trago de conocer a las furrys: habría sido un poco cruel por nuestra parte.La verdad que desde que ellas llegaron a casa, dejé de prestarle atención. Aún así, le echaré de menos.

miércoles, mayo 23, 2007

Torrentes

Las lluvias de este anormal mes de mayo están resucitando los viejos arroyos de la ciudad. Pero además de los cauces, la lluvia revela también la codicia de los constructores, que edifican sobre los barrancos secos, y la permisividad de las autoridades, que autorizan semejantes desmanes. Después nos llevamos las manos a la cabeza cuando el agua anega las calles o derriba las casas. Entonces maldecimos a las fuerzas de la naturaleza, como si ella fuera la responsable de lo que sucede, en vez de reconocer nuestra responsabilidad en el asunto.

domingo, mayo 06, 2007

Días de Beltane

Disfrutar de la belleza es fácil en estos días de mayo. Basta con buscar uno de esos pequeños oasis de la ciudad que todavía no ha sido invadido por el cemento. Allí se encuentran mares verdes de mullidas espigas que incitan al sueño y a la desidia. La diosa nos acuna suavemente en sus brazos. Su voz de viento nos arrulla con caricia de terciopelo y nos envuelve en los delicados aromas de la jara y la mimosa. Y en lo alto, el dios Apolo en su carro de fuego calienta y nos da la vida.