Una clase dura la de mindfulness de anoche. Hasta ahora las clases habían sido un tanto asépticas. La meditación estaba enfocada a dominar la atención para evitar que vagara al capricho de cualquier elemento que surgiera en el campo de la consciencia: un sonido, una sensación, o un pensamiento. Era un trabajo más o menos complicado, pero en ningún modo doloroso. Ayer, sin embargo, comenzamos con la aplicación de mindfulness a las emociones, y fue un ejercicio complicado.
Contaba Rafa que las emociones nos suceden y son finitas: surgen, ascienden, alcanzan su pico y desaparecen, como una especie de campana de Gauss. La misma campana que Lola me señaló para la ansiedad. La misma campana que hay con el dolor físico cuando el masajista presiona un punto de dolor.
Las emociones están en movimiento: surgen y desaparecen, necesitan expresarse. Si el pico se mantiene es porque las mantenemos con nuestros pensamientos. Y estos pensamientos, a su vez, alimentan esta misma emoción y otras que están latentes. Es necesario, pues, cortar ese bucle para apartar los pensamientos de la emoción.
Por otro lado, tenemos la tendencia a aplicar mecanismos de defensa ante las emociones: evitación, negación, desplazamiento y represión. El no enfrentar las emociones, hace que se expresen de otra manera, mucho más complicada que la pura emoción en sí. ¡No me extraña que estemos tan mal de la cabeza todos!.
Rafa habla de la ecuación D+R=S, es decir Dolor + Resistencia = Sufrimiento.
Cuanto más nos Resistimos, más Sufrimos, porque la emoción se va transformando en algo más complicado, al no poder liberarse naturalmente. Hay que sustituir la R de Resistencia por R de Rendición, y sumergirse en la emoción.
El trabajo de mindfulness es sumergirse en la emoción para dejar que se exprese y se libere, lo cual es un ejercicio muy desagradable.
Se trata de dejar sentir la emoción tal cual se siente físicamente en el cuerpo, nombrarla (para tomar consciencia de que no somos la emoción), y sostener la atención en esas sensaciones hasta que desaparecen. La metáfora es la de "acunar a un bebé que llora". Con el bebé no puedes razonar, no puedes negociar, no puedes forzar que deje de llorar, simplemente lo acunas hasta que el llanto cese.
Con la emoción es lo mismo.
Así que anoche evocábamos una emoción que acunar. Yo elegí una frustración particular y la evoqué tan bien que terminé llorando. Entonces hice lo que no hay que hacer: reaccionar sin consciencia. Mis manos automáticamente acudieron a mis mejillas a secar mis lágrimas, cuando tendría que haber dejado que fluyeran libremente. Pero no estaba dispuesta a llorar en público. Así que no solo reaccioné, sino que terminé reprimiendo la emoción. Bien, tendré que acunarla en casa en otro momento para terminar el trabajo. La verdad que tendría que haber elegido otra cosa menos intensa, algo más controlable (si es que lo hay). Y encima me quedé con el mal sabor de boca de revivir ese momento. No, no fue nada bonito. Ni lo va a ser la próxima vez que la evoque, o que la experimente en vivo.
Tengo mucho trabajo en este campo de las emociones porque sí suelo aplicar los mecanismos de defensa, sobre todo en público.
En casa no, en casa a solas lloro como una magdalena y sí me permito sentirla. El problema es que no apago los pensamientos que tengo sobre ella, y la mantengo tanto rato que termino aplicando la represión para aliviarla.
Puede que hasta ahora no me hubiese dado cuenta de que estaba haciendo algo incorrecto. ¿Quién me ha enseñado a gestionar las emociones? Nadie. Muchas matemáticas, mucha lengua, mucha física...pero cuántas cosas deberían enseñarnos que no se enseñan.
Otra cosa curiosa que aprendí ayer: el sistema límbico (a.k.a cerebro reptiliano) hace que tengamos una mayor tendencia a ver las cosas negativas de la realidad, lo que hace necesario que tengamos que equilibrarlo cambiando la polaridad hacia las cosas positivas de la misma (que son muchas, ciertamente).
Es un trabajo necesario porque el cerebro reptiliano es muy poderoso: siglos de existencia dedicados a protegernos del peligro y a la supervivencia de la especie. Con el equilibrado de la percepción lo que se busca es abrir el campo de consciencia para no quedarnos centrados en lo negativo.
Hasta ahora yo culpaba a mi amídgdala de mi inseguridad y mi TOC, ahora además tengo que achacarle todo mi filtraje negativo. Graciaaaas. Menos mal que el trabajo de equilibrio lo vengo haciendo desde hace meses, ya tengo parte del camino andado. Pero me queda mucho por delante. Incluyendo una ducha con agua fría, como parte del entrenamiento de esta semana. Dios nos pille confesados.