Leo en la prensa el caso de una adolescente alemana, Linda Wenzel, reclutada por Daesh arrepentida de haberse unido a los terroristas. "Solo quiero irme lejos de aquí. Quiero estar lejos de esta guerra, lejos de tantas armas y del ruido”, dijo cuando fue detenida en Mosul por las fuerzas irakíes.
Mi primera impresión es que la creo. Recuerdo cuando empezó el tema del Daesh me metí a mirar la propaganda, y me pareció chulísima. Estaba totalmente orientada a un público adolescente, muy moderna y dinámica, concebida como la participación de un videojuego bélico. Entendí perfectamente que captase a tanta chavalería a sus filas.
Hay que entender también los problemas del primer mundo. Los problemas del primer mundo se basan en que tenemos demasiado. Los niños de ahora se crían en una abundancia tal que no solamente no valoran lo que tienen, es que ni siquiera tienen que esforzarse por conseguir nada. Se anulan ciertas capacidades, pero lo cierto es que el anhelo de superación está en el ser humano: necesitamos afrontar dificultades para poder crecer y evolucionar. Como diría mi madre: "como no tenemos problemas, tenemos que crearlos".
Así que en pleno auge del nihilismo, la falta de estímulos, el aburrimiento, y el consumismo excesivo de películas, series y videojuegos, se crea una fantasía sobre lo que ciertas ideas pueden ser. El Daesh tiene su propio halo romántico que puede ser seductor para muchos adolescentes, apoyado en una eficaz campaña propagandística. El resultado: centenares de jóvenes dejan sus casas para ingresar las filas de un grupo terrorista que les promete diversión y la lucha por una causa, sentirse útiles, sentir que su vida tiene un sentido.
Problema: darse de bruces con la realidad. Solamente por el choque cultural, la experiencia debe ser bastante dura. Estamos hablando de unos países con costumbres que nada tienen que ver con las occidentales, basadas en una ideología radicalizada que choca frontalmente con los valores que estos jóvenes han mamado desde pequeños y que forman parte de su subconsciente. Por no hablar de la dureza que debe ser vivir en unas condiciones muy mermadas, bajo la tiranía del miliciano de turno, y los horrores jamás han visto. Y de repente te debes ver atrapado en un mundo que no es lo que tú perseguías, desarraigado, lejos de las comodidades de la casa familiar, y del amparo familiar. El sueño convertido en pesadilla.
Por eso me creo el arrepentimiento de esta chica. Me da bastante pena, de hecho. Ojalá pueda volver a casa. Pero si vuelve tampoco va a ser fácil. De momento llegaría con la etiqueta de "terrorista", "traidora", y un montón de otros apelativos que he podido leer en las redes sociales en estos días ¿Cómo quitarse ese estigma? ¿Cómo superar la culpabilidad? ¿Cómo borrar la programación que puedan haber metido en su mente? No es fácil, no. Pero aun así, todo es mejor que estar allí, porque siempre se puede empezar de cero.