Hoy toca rememorar mi paso por Berlín. Después de tantos años en clase de alemán oyendo hablar sobre la Hauptstadt Deutschlands y la reunificación alemana, iba siendo hora de conocerla.
Cuando pienso en Berlín pienso en amplitud. Todo allí me parece amplio y extenso. Quizá se pasaron un poco al proyectar las nuevas avenidas y eso produce dos efectos curiosos: todo parece más cercano de lo que realmente está (bendita línea 100 de autobus) y los edificios parecen perderse en el emplazamiento. Así, la puerta de Brandenburgo me causó una gran decepción (al igual que me sucedió con el Big Ben de Londres) porque esperaba algo más grande de lo que realmente es.
Si tuviese que escoger algún rincón de Berlín, yo tendría problemas en decidirme por dos: la Postdamer Platz y Nikolaiviertel. No podrían ser más opuestos. Postdamer Platz es pura modernidad. Allí se levanta el Sony Center, bajo cuya cúpula de acero y cristal se pueden encontrar restaurantes y cines. Nikolaiviertel es un oasis de tranquilidad dentro de la ciudad. Parece ser que el barrio fue reconstruido con fachadas procedentes de otros lugares de Alemania, y posee el encanto de los pueblecitos alemanes.
También me gustó ver las vistas desde el Reichstag (¡es gratis!), la Siegesäule (resulta que su diosa victoria es tocaya mía), y el Monumento del Holocausto, que parece un parque de juegos (a mí me llamaron la atención por subirme a los bloques de cemento).
Un aspecto muy destacado de Berlín es lo marcado que tienen el tema de la división de la ciudad. Constantemente lo recuerdan, aunque no he visto demasiadas diferencias entre el este y el oeste (¿quizá porque me haya movido por las zonas más turísticas?). Ojo a los trozos de muro que venden: carísimos y ¿quién me asegura que son auténticos? Por cierto que "el muro" es otra gran decepción. Una esperaba un muro altísimo de gruesas paredes, pues para nada. Es más un símbolo psicológico-afectivo que otra cosa. Para mí el verdadero muro estaba detrás, en la zona de minas y alambre protegida por los "vopos". Aún así, acercarse al muro resulta muy emotivo; quizá todavía sigue impregnado de toda esa energía negativa. Merece la pena ver las obras de arte pintadas en sus paredes.
Pero si hay algo que da mal rollo de verdad es el museo de Checkpoint Charlie. Eso sí es un monumento al mal recuerdo. Es deprimente, además de caro y atestado de gente. No creo que vuelva nunca allí. Me impresionó mucho conocer cómo intentaba la gente escapar. La historia más alucinante fue la de una chica plegada en el interior de un altavoz. Eso de las que tuvieron suerte y pudieron escapar. El resto de historias son horripilantes.
El post no puede acabar tristemente. Así que me reservo el comentario sobre la comida. En un principio, Alemania puede parecer algo caro, pero se compensa con las fuentes de comida que sirven. Es muy recomendable ver qué está comiendo el resto de la gente para saber cuánto hay que pedir. Si no, puede suceder como a nosotros, que con una pizza podríamos haber comido tres y quedarnos más que satisfechos. ¡Qué lástima de comida desperdiciada! Ah, el cerdo es un valor seguro. Y la Berliner Weisser Rot, todo un descubrimiento.
Cuando pienso en Berlín pienso en amplitud. Todo allí me parece amplio y extenso. Quizá se pasaron un poco al proyectar las nuevas avenidas y eso produce dos efectos curiosos: todo parece más cercano de lo que realmente está (bendita línea 100 de autobus) y los edificios parecen perderse en el emplazamiento. Así, la puerta de Brandenburgo me causó una gran decepción (al igual que me sucedió con el Big Ben de Londres) porque esperaba algo más grande de lo que realmente es.
Si tuviese que escoger algún rincón de Berlín, yo tendría problemas en decidirme por dos: la Postdamer Platz y Nikolaiviertel. No podrían ser más opuestos. Postdamer Platz es pura modernidad. Allí se levanta el Sony Center, bajo cuya cúpula de acero y cristal se pueden encontrar restaurantes y cines. Nikolaiviertel es un oasis de tranquilidad dentro de la ciudad. Parece ser que el barrio fue reconstruido con fachadas procedentes de otros lugares de Alemania, y posee el encanto de los pueblecitos alemanes.
También me gustó ver las vistas desde el Reichstag (¡es gratis!), la Siegesäule (resulta que su diosa victoria es tocaya mía), y el Monumento del Holocausto, que parece un parque de juegos (a mí me llamaron la atención por subirme a los bloques de cemento).
Un aspecto muy destacado de Berlín es lo marcado que tienen el tema de la división de la ciudad. Constantemente lo recuerdan, aunque no he visto demasiadas diferencias entre el este y el oeste (¿quizá porque me haya movido por las zonas más turísticas?). Ojo a los trozos de muro que venden: carísimos y ¿quién me asegura que son auténticos? Por cierto que "el muro" es otra gran decepción. Una esperaba un muro altísimo de gruesas paredes, pues para nada. Es más un símbolo psicológico-afectivo que otra cosa. Para mí el verdadero muro estaba detrás, en la zona de minas y alambre protegida por los "vopos". Aún así, acercarse al muro resulta muy emotivo; quizá todavía sigue impregnado de toda esa energía negativa. Merece la pena ver las obras de arte pintadas en sus paredes.
Pero si hay algo que da mal rollo de verdad es el museo de Checkpoint Charlie. Eso sí es un monumento al mal recuerdo. Es deprimente, además de caro y atestado de gente. No creo que vuelva nunca allí. Me impresionó mucho conocer cómo intentaba la gente escapar. La historia más alucinante fue la de una chica plegada en el interior de un altavoz. Eso de las que tuvieron suerte y pudieron escapar. El resto de historias son horripilantes.
El post no puede acabar tristemente. Así que me reservo el comentario sobre la comida. En un principio, Alemania puede parecer algo caro, pero se compensa con las fuentes de comida que sirven. Es muy recomendable ver qué está comiendo el resto de la gente para saber cuánto hay que pedir. Si no, puede suceder como a nosotros, que con una pizza podríamos haber comido tres y quedarnos más que satisfechos. ¡Qué lástima de comida desperdiciada! Ah, el cerdo es un valor seguro. Y la Berliner Weisser Rot, todo un descubrimiento.
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