Tal día como hoy nevaba en las calles. Resulta casi imposible imaginarse semejante
escena cuando acabamos de terminar uno de los inviernos más cálidos que se
recuerdan. También resulta difícil de creer que un bebé quiera nacer en
semejante época, un mes antes de lo esperado. Cabría esperar que la naturaleza,
sabia como es, quisiera haberte protegido del frío y la escarcha. Quizá esa fue
tu voluntad o quizá fueron los juegos del destino. Me parece que antes los
nacimientos tenían algo mágico; ahora
esa magia queda empañada por la voluntad del ginecólogo que programa las
cesáreas conforme a sus vacaciones. Puede que no tenga demasiada importancia,
salvo para nosotras que creemos en la astrología, porque toda vida tiene un
sentido más allá de las circunstancias, aunque permanezca oculto toda nuestra
vida, incluso al llegar al final de la misma.
Es ese desconocimiento el que hace que este mundo en el que
vivimos resulte extraño, ajeno, caprichoso, frío, incluso cruel. Pero al mismo
tiempo, debemos celebrar la vida porque a ella pertenecemos, especialmente
nosotras que hemos estado morando en la oscuridad tanto tiempo y a veces nos
vemos acechadas por sombras amenazadoras. Por eso hoy quiero celebrar contigo
este día, tu día, para que no se te olvide que también hay momentos luminosos,
llenos de energía, alegría y belleza (quizá no hoy, vale, pero habrá otros), y que hay alguien ahí
que te quiere tal como eres: tu mejor amiga, tu compañera, tu soporte, tu guía,
tu paño de lágrimas. Porque puedes estar segura de que puedes contar conmigo
siempre. Y ese es el regalo que puedo hacerte año tras año, como una renovación
de los votos de la amistad más profunda y fuerte, ya que el vínculo que nos une
es inquebrantable, diamantino y reluce como tal.
Feliz cumpleaños.