La naturaleza produce sonidos.Los humanos, cada vez más ruidos. La masificación genera y multiplica decibelios incontrolados, miles de sucios alaridos que nos llevan a pensar que no hay otros mundos posibles fuera del ruido.
Ruido de jefes, colegas, chismorreos, abusos, superofertas, angustias, noticias lejanas e idioteces próximas. Intuimos, a veces incluso somos muy concientes, de que la cosa por ahí no va; que este no es el mejorcamino para nuestra vida.Y buscamos la lógica escapada en los nuevos cultos: el cuerpo,el viaje, la cultura, la cocina o el etcétera másinsólito y cool.
En la elección, a veces olvidamos que lo que somos, nos define y conduce es nuestro pensar. Pero a nuestro cerebro ni lo llevamosal gimnasio ni le damos una escapada de entretenimiento y paz.La solución no paga inscripción ni cuotas, no tiene desplazamientos y el IVA es cero. Porque la solución se llama EL SILENCIO.
El silencio es la mecedora del cerebro, el ambiente donde reencontrarse consigo mismo, recapitular, sopesar, corregirse ypotenciarse. Es la atmósfera nítida para oír respirar nuestra propia vida y escuchar la voz más importante, la que proviene de nuestro interior.El silencio es el antirruido, el volver a la naturaleza de la que, nos gusteo no, somos parte inseparable.
Diez escasos minutos diarios de silencio son nuestra gran oportunidad, la más serena y gratificante, para oírnos y volvera sentir.
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