miércoles, mayo 26, 2010

Profesionales

Todas las mañanas el mismo ritual: me acerco a la boca del metro, él extiende el periódico y me dice una frase agradable: "hola, guapa, buenos días", "hola, ojazos, que tengas un buen fin de semana". Es prácticamente la primera frase que escucho por la mañana y seguramente la más agradable del día. Es un gusto encontrar gente tan amable por la mañana.

Pero además estamos hablando de un chico al que seguramente (por la edad que le calculo) tenga pocos estudios, le paguen una miseria por repartir un periódico y que, sin embargo, sabe muy bien cómo tratar a los clientes. y quiere hacerlo; mejor que muchos dueños de kioskos y tiendas de revistas que son más bordes que la grama.

Dudo que sus jefes sepan valorar este aspecto, por eso alguna vez se me ha pasado por la cabeza escribir al periódico para comunicárselo. No sé si existe alguna dirección de correo a la que poder dirigirme (mañana reviso las hojas). En todo caso, tampoco creo que me hagan mucho caso, y es una pena. Así, espero que este chico encuentre algo mejor.
Mientras tanto, yo tendré mi frase de buenos días.

2 comentarios:

sharing-dreams dijo...

Para mí, esta pequeña gran historia, demuestra cómo el mundo está lleno de buena gente. Para mí, la amabilidad y la bondad, tienen mayor mérito cuando proceden de quienes sufren condiciones peores en la (artificialmente impuesta) escala social. Vivimos en una sociedad llena de injusticia y desigualdad que da pocas oportunidades a los que tienen pocos estudios (incluso tampoco a los que tienen muchos, pero sí que da algunas más) pero, naturalmente, la cuestión de fondo es también por qué muchos tampoco pueden acceder a una buena educación...
Dejando todas estas discriminaciones de cuna a un lado (que se desviarían del propósito del artículo de Morrigan) vuelvo a la amabilidad y profesionalidad que se subrayan en alguien a quien la sociedad no concede muchas oportunidades ni satisfacciones laborales. Puede que sea un rasgo innato de su carácter (estudios hay que demuestran que niños que aún no saben hablar buscan ayudar a otros niños y adultos) y/o de una educación en casa y/o la escuela acertada en las enseñanzas que más importan al final: el respeto, la empatía y la consideración a las personas.
No me quiero extender más: ayer acudí a una reunión de antiguos alumnos del colegio que me dio (casi) todo lo bueno que en mí pueda haber. En la reunión alguien mencionó que muchos de los alumnos de este colegio (no es mi caso) pertenecían o pertenecen a élites privilegiadas de la sociedad pero, al menos en mi caso, la educación integral que recibí me dotó de herramientas y valores fundamentales como el pensamiento crítico para cuestionar lo existente (privilegios incluidos), la cooperación frente a la competitividad, el humanismo... Siguiendo el ejemplo del repartidor de periódicos creo que sonreiré más a todo el mundo (aunque por mi timidez decir piropos me resultará más difícil).

Crisis@Madrid dijo...

Eo!

Ójala todo el mundo fuese tan amable como el que te reparte el periódico por las mañanas.

Últimamente estamos exaltados por todo y en cuanto nos tocan parece que nos han matado...

Ir por la vida con una sonrisa el de lo mejor que nos puede pasar, así que a disfrutar de esas sonrisas matinales.

Besotes,
KIKI