Querido J:
Hoy hace 3 años desde que te marchastes. Tu muerte fue tan inesperada e inoportuna como sórdida y misteriosa. Pero todo ello importa poco, por lo menos a mí no me interesa conocer los detalles porque creo sinceramente que no añadiría luz al asunto, sino muchas más sombras, que ya son bastantes.
Lo que me importa es que no estás aquí y cuando me acuerdo de ti, me apeno. Porque aunque tuviéramos poco trato, siempre te he considerado alguien de mi familia. Y lamento que no estés y podamos reirnos juntos, que es lo que más recuerdo de ti: tu capacidad para hacer bromas socarronas y reirte de todo y de todos (aunque sé que por dentro eras un alma más sensible de lo que querías dejarnos ver).
A pesar de la pena, sinceramente, más lamentaría que pudieras ver lo que has dejado y cómo lo has dejado. No quieras saberlo, aunque no es difícil hacerse una idea. Más bien espero que donde estés seas feliz y encuentres paz. Nosotros soportaremos la tristeza de mejor o de peor modo. Hoy sin duda peor. Pero por otro lado pienso que son estos momentos los que hacen que vuelvas a revivir para nosotros. Eso no puede ser malo del todo ¿verdad?
Hasta pronto.
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