De repente estalla la ira dentro de mí.
Me ciega, me embota los sentidos, anula mi razón.
Tardo en darme cuenta de que me dejo arrastrar por ella: es un sentimiento poderoso, incontrolable.
Se necesita templanza para dominarla; es como un caballo desbocado.
Pero lo logro finalmente y no me gusta lo que veo entonces, una vez disipado el velo.
Busco cobijo, un lugar donde sentirme segura, pero no hay lugar del que pueda huir de mí misma.
Y comienzo una nueva batalla.
1 comentario:
Es cierto que algunos hechos o pensamientos nos llevan a caer en la ira. La ira es una emoción humana más; no hay que sentirse "pecador" por experimentarla. Al contrario: es síntoma de una conciencia sana y no aletargada; eso sí, estoy de acuerdo contigo en que no conviene dejarse llevar por ella.
Pero ¿quién no se ha sentido furioso, tremendamente furioso, algún día? Templanza, sí. Hay que tenerla para evitar que otros ganen a través de nosotros o que cedamos lo que somos a un estado de furia pasajero. Luego, siempre, analizar las causas profundas de lo que nos ha hecho llegar a esa ira.
Sería, para reflejar tus palabras, un pequeño invierno a través del que hay que pasar para aprender algo más sobre nosotros mismos.
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