Voy en el metro leyendo cuando escucho a alguien cantar flamenco a lo lejos. Lo primero que pienso es que alguien sin sentido de la vergüenza está expresando su contento. Pero noto que la voz se va aproximando y suena con más fuerza. Es una buena voz, sin desafinaciones. Me fijo en la letra: habla de desesperanza. Y, de repente, aparece ante mí el hombre que canta. Por su aspecto y su ropa pienso que es un drogadicto que canta para sacar algún dinero. Me digo: "Bien elegida la canción". Su aspecto es triste, pero me da por pensar que aun en ese estado de ruina todavía conserva algo hermoso, como es su voz. Entonces siento que hemos conectado de alguna manera y me sorprende cuán fácil puede resultar la comunicación sin necesidad de apenas intercambio. Se ha ganado su dinero.
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