martes, julio 17, 2007

Ecología, hambre y diversidad.

Me siento una persona ecologista y por ello valoro las iniciativas en pro del cuidado del medio ambiente. Sin embargo a veces no somos conscientes de las consecuencias de ciertas medidas y resulta que la cura puede ser peor que la enfermedad. Todo esto viene a una noticia que escuchaba en el telediario: el uso de combustibles basados en cereales está provocando una subida alarmante en los precios de los mismos, lo que impide a miles de familias del tercer mundo, cuya dieta se basa precisamente en estos alimentos, poder acceder a ellos.

Esto resulta indignante, pero no me sorprende en absoluto. Siempre pagan los mismos, es decir, los más pobres y el idealismo. Me parece triste que una causa que me parece tan buena como la búsqueda de un mundo más limpio, se vea pervertida por las necesidades de comodidad de los ricos (y me incluyo). Los países desarrollados, además de insistir en políticas de ahorro energéticas y la búsqueda de energías más limpias y baratas, debemos buscar la forma de, o bien producir nuestros propios cultivos destinados a producir biocombustibles, o bien alimentar a esa población que va a sufrir las consecuencias de nuestra demanda de energía. Irónicamente la UE continuamente está imponiendo restricciones a la producción interna (leche, vino, aceite, etc) porque tenemos excedente en la Unión. Seguro que no es tan simple como puedo pensar, pero ¿por qué no se envía el excedente? ¿por qué no se cultiva para producir cultivos destinados a combustibles?

Pero aquí surge otro problema relacionado con la diversidad biológica de la producción. ¿Debemos concentrarnos en aquellas especies que son más productivas o resultan más ventajosas para ciertos propósitos, o debemos preservar todas las especies aunque no tengan tanto rendimiento o provecho? Lamentablemente sé cuál es la respuesta. Pero si tuviéramos que aplicar criterios de máximos de productividad a todo, muchos estaríamos ya temblando.

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