(extraído de la revista "Yoga Journal" Nº 23)
Nuestro supuesto "libre albedrío" es ficticio. Nuestro cuerpo-mente es un conjunto de condicionamientos, desde los genéticos hasta los ambientales y culturales. En ese sentido no somos libres. Solamente creemos que lo somos, puesto que no percibimos la totalidad de los condicionamientos en su conjunto.
Nuestras decisiones son condicionadas. Todas están persiguiendo algo; no brotan de un estado de libertad, sino de necesidad, de deseo. Son fruto de un aprendizaje cuyas referencias últimas son las gratificaciones biológicas, por una parte (el placer) o la evitación del dolor, por otra. Ese continuo elegir no es más que una persecución o una huida, y por eso sus consecuencias nos esclavizan.
[...]
Si dejamos de huir de lo desagradable y de apegarnos a lo agradable, ya no estamos actuando mecánicamente, inconscientemente. Ese es el comienzo de nuestra libertad. Otra manera de decirlo: quitamos energía a las emociones, observándolas como tales, sin dejarnos arrastrar por ellas. Y cuanta menos energía tienen, menor es su poder de arrastre.
Nuestro supuesto "libre albedrío" es ficticio. Nuestro cuerpo-mente es un conjunto de condicionamientos, desde los genéticos hasta los ambientales y culturales. En ese sentido no somos libres. Solamente creemos que lo somos, puesto que no percibimos la totalidad de los condicionamientos en su conjunto.
Nuestras decisiones son condicionadas. Todas están persiguiendo algo; no brotan de un estado de libertad, sino de necesidad, de deseo. Son fruto de un aprendizaje cuyas referencias últimas son las gratificaciones biológicas, por una parte (el placer) o la evitación del dolor, por otra. Ese continuo elegir no es más que una persecución o una huida, y por eso sus consecuencias nos esclavizan.
[...]
Si dejamos de huir de lo desagradable y de apegarnos a lo agradable, ya no estamos actuando mecánicamente, inconscientemente. Ese es el comienzo de nuestra libertad. Otra manera de decirlo: quitamos energía a las emociones, observándolas como tales, sin dejarnos arrastrar por ellas. Y cuanta menos energía tienen, menor es su poder de arrastre.
1 comentario:
Difícil de comentar esta entrada, ciertamente. Es evidente que nuestra libertad no es tal desde el momento en el que tenemos que buscarnos la vida para sobrevivir, y desde el momento en el que como dice el artículo nuestras decisiones obedecen a motivos dispares, que a lo mejor no obedecen a lo que en realidad querríamos.
No obstante quisiera decir al respecto del último párrafo que si dejamos de huir de lo desagradable, llegaría un momento en el que haríamos esto por sistema y mecánicamente, con lo cual llegaríamos al mismo punto en el que el autor dice que nos estancamos cuando perseguimos lo agradable. Además, creo que si quitamos la emotividad a las emociones estaríamos haciendonos un flaco favor y nos estaríamos convirtiendo cada vez más en máquinas.
;)
Publicar un comentario