Mi primera aproximación a Haití fue a los 16 años. Entonces EEUU invadió el país y a alguien se le ocurrió la idea de que unos niñatos de bachiller fueran a la radio a hablar de un tema del cual, por supuesto, no teníamos ni idea. Mientras preparábamos las preguntas que formularíamos a los expertos, tuvimos que leer sobre el país y su historia. Y así supimos que Haití era un país paupérrimo con una historia luctuosa.
En realidad su único interés es su posición geográfica, tan próximo a Cuba. Por lo demás, sería lo que suele ser el resto de los días: un país para olvidar. Y así sería de no ser por los trágicos sucesos que todos conocemos a estas alturas: terremoto, anarquía, pillaje, desolación ¿se puede ser más desgraciado?
A todos nos gustaría poder ayudar. Pero ¿hasta cuándo nos durará la intención?
Lamentablemente Haití volverá a hundirse en la negra sombra que la cubre desde siempre.
En realidad su único interés es su posición geográfica, tan próximo a Cuba. Por lo demás, sería lo que suele ser el resto de los días: un país para olvidar. Y así sería de no ser por los trágicos sucesos que todos conocemos a estas alturas: terremoto, anarquía, pillaje, desolación ¿se puede ser más desgraciado?
A todos nos gustaría poder ayudar. Pero ¿hasta cuándo nos durará la intención?
Lamentablemente Haití volverá a hundirse en la negra sombra que la cubre desde siempre.
1 comentario:
Hay lugares donde parece que las puertas del infierno se abran sumiendo a países enteros en la desesperación y la miseria, haciendo verdad aquello de que "las desgracias nunca vienen solas". En unos casos se trata de crueldad humana hecha endémica (ejemplo, Palestina) y en otros a la crueldad de la pobreza (causa humana) se suma la furia de una naturaleza que no toma en consideración el sufrimiento que sus víctimas ya venían padeciendo. Las personas de buenos sentimientos, ante el Horror en mayúsculas, quedan desarmadas y confusas. ¿Cómo creer en algo bueno, en la posibilidad misma de algo bueno, cuando la naturaleza misma parece tan despiadada? ¿Dónde y cómo avistar reflejos de cielo en medio del infierno más absoluto? ¿Qué puede mitigar tanto dolor? ¿Cómo entender la muerte de un solo niño (menos aún la de miles)? No tengo respuestas a preguntas tan grandes (y tan fundamentales a la vez). La tragedia también me hace minúsculo e impotente. Sólo sé llorar como he llorado con la tragedia de Palestina, de Irak o de Bosnia... Pero sí sé que ese sufrimiento simultáneo con millones (de formas que no entiendo pero que aún así acepto) me hermana con ellos (entonces todos somos Uno). Y precisamente entonces, cuando la negrura se ha abatido sobre Nosotros, cuando no podemos responder sino sólo preguntar por qué ha tenido que pasar, al menos entonces sabemos que sólo hay un lado en el que merezca la pena estar: en el de las víctimas. In Memoriam.
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