"Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La
primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti
como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco
pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz.
La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro
de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier
resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier
sitio menos al lugar del que se partió."
A veces ocurre que hay un mensaje para ti. Aparece por cualquier canal: en una frase en una pared, en un libro, en un programa de radio, en un anuncio...Sabes que es para ti porque sólo tú te quedas anclada en esas palabras precisas, mientras otros apenas si las registran. Sabes que es para ti porque sólo tú las entiendes como una respuesta a esa pregunta que llevabas en tu alma o porque desencadenan un aspecto hasta entonces ignorado.
A mí me pasa frecuentemente, quizá porque me paso la vida rastreando mensajes, señales que me indiquen el camino a seguir. Es posible que lo fuerce un poco y que quiera ver mensajes donde no los haya, pero siempre me asombro de que se produzcan. Lo más maravilloso es que llegan de manera totalmente inesperada, pero coincidentes con algún momento especial. No me atrevería a decir que llegan en el momento oportuno, porque me he dado cuenta de que lo que yo considero oportuno, responde a otros criterios del emisario de los mismos (sea quien sea). Puede que lo que yo considero oportuno sólo responde a un anhelo impaciente. Seguramente los emisarios conozcan mejor el sentido de la oportunidad; su concepto del tiempo y el mío ni siquiera deben de regirse por la misma medida.
Este domingo volvió a suceder. Cuando leí el artículo de Risto Mejide "Cuando sepas de mí", no pude por menos que sorprenderme una vez más. No tanto por el continente como por el contenido: una carta de despedida a un antiguo amor, pero dotada del cariño que queda cuando todo finaliza. Me sentí tan identificada con su lectura que no pude evitar llorar. En silencio, sí, para no quebrar la intimidad del momento que sólo nos pertenece a esa persona y a mí. En silencio para no perturbar la serenidad de los que no comprenderían. En silencio porque a fin de cuentas es mi estado actual.
A mí me pasa frecuentemente, quizá porque me paso la vida rastreando mensajes, señales que me indiquen el camino a seguir. Es posible que lo fuerce un poco y que quiera ver mensajes donde no los haya, pero siempre me asombro de que se produzcan. Lo más maravilloso es que llegan de manera totalmente inesperada, pero coincidentes con algún momento especial. No me atrevería a decir que llegan en el momento oportuno, porque me he dado cuenta de que lo que yo considero oportuno, responde a otros criterios del emisario de los mismos (sea quien sea). Puede que lo que yo considero oportuno sólo responde a un anhelo impaciente. Seguramente los emisarios conozcan mejor el sentido de la oportunidad; su concepto del tiempo y el mío ni siquiera deben de regirse por la misma medida.
Este domingo volvió a suceder. Cuando leí el artículo de Risto Mejide "Cuando sepas de mí", no pude por menos que sorprenderme una vez más. No tanto por el continente como por el contenido: una carta de despedida a un antiguo amor, pero dotada del cariño que queda cuando todo finaliza. Me sentí tan identificada con su lectura que no pude evitar llorar. En silencio, sí, para no quebrar la intimidad del momento que sólo nos pertenece a esa persona y a mí. En silencio para no perturbar la serenidad de los que no comprenderían. En silencio porque a fin de cuentas es mi estado actual.
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