Austria, esa gran desconocida. Sólo conocía Viena, que además no es una ciudad que me emocione particularmente (demasiado ostentosa). Así que poder venir por trabajo y quedarme unos días, me ha permitido poder conocer el país un poco más. Más bien poco, pero lo que he visto me ha gustado tanto que ya tengo ganas de organizar unas vacaciones largas para poder sacarle más partido.
Cuando no tienes ni idea, buscas por internet: "alrededores de Salzburg", y te da una lista de lugares a visitar. Esto tiene cierto riesgo, ya que depende de la opinión subjetiva de gente a la que no conoces de nada y cuyos gustos pueden ser muy diferentes a los tuyos. También me da miedo que los resultados respondan a una especie de "group thinking", donde se coincide con la mayoría sólo porque no quedar desplazado. Bueno esto es más típico de reuniones presenciales, así que confío en que el anonimato module la opinión para bien. Otro tema es que aparece una lista de sitios a visitar y no sabes cuál elegir. A veces es una lotería. En este caso, parecía claro que uno de los destinos tenía que ser Hallstatt, pero las cataratas de Krimml surgieron de una manera más inesperada.
Las cascadas de Krimml son cuatro saltos imponentes de gran caudal de deshielo que surgen en 380m de desnivel. Están localizadas en la región de Tirol, próximas al pueblo del mismo nombre, en el parque nacional Hohe Tauern. Desde Salzburgo hay unos 130km a las mismas, desde Innsbruck están más próximas.
El blog que leí, además de poner varias fotos que mostraban la belleza del paisaje, mencionaba que el camino era " sencillo y sombreado". No aprenderé nunca, la verdad. "Sencillo" nunca significa "llano", significa que el camino está en buen estado, que no hay tramos aéreos, ni tramos de escalada. Pero ojito al camino. Quizás soy yo, que me cuesta tanto subir...
Pero empiezo por el principio...
El jueves era el primer día de la sesión plenaria del proyecto TREDISEC, lo que significaba el día más largo de reunión para mis compañeros de trabajo. Era ideal para hacer el viaje más largo de los que tenía proyectados en estas vacaciones. Había alquilado un coche por Europcar. Uno para el jueves, otro para el viernes. Seguro que palmo pasta, y resulta un poco incómodo tener que desplazarse a la oficina de alquiler, que está como a 1km del hotel. Otra vez lo miraré mejor.
Llego a las oficinas de Europcar. Metedura de pata: le digo al dependiente que no he conducido con Europcar antes en Deutschland. Me mira raro y me corrige: "Österreich". Qué vergüenza, qué lapsus. Que bueno, son primas hermanas, ¿no? (es broma). Me disculpo. "Österreich, genau, entschuldigung".
Me da las llaves y los papeles del coche (¡un pedazo de Audi!). Me monto. De repente me doy cuenta de que ¡sólo hay dos pedales! Miro las marchas y veo cosas raras. ¡Me han dado un automático! Dios, que no he conducido uno en la vida. Si lo más que sé del automático es que hay que ponerlo en la posición P (de parking) cuando lo estacionas (ay, qué recuerdos del viaje a Stuttgart). Vuelvo a entrar en la caseta y pido ayuda al dependiente. Me mira como si fuera tonta. Por un momento estoy por decirle: "soy mujer", pero creo que ya ha asumido que no debo ser ni muy lista, ni muy competente al volante, lo cual es un prejucio por ambos lados (el suyo y el mío).
Me lo explica, y me pongo en marcha. ¡Empiezo mi viaje!
El navegador resulta muy útil. Había impreso las instrucciones del Google Maps por si acaso, pero ¡qué diferencia! En la radio sólo suena pop y las noticias. He descubierto a una tal Christina Stürmer, cuyas canciones son un poco empalagosas (¿será por el romanticismo alemán?), pero se me han pegado (mierda). De repente me doy cuenta que no tengo ni idea de cómo se dan las luces. A mi derecha encuentro una rueda con los iconos de las mismas, pero no tengo ni idea de cuáles son. Doy unas y espero no haberme equivocado. De hecho, ni sé si estoy dando luz. Tampoco sé dónde leches voy a repostar a la vuelta.
La autopista la abandono pronto y entro en carreteras nacionales. Están limitadas a 100, hay bastante tráfico, me encuentro muchos tractores y camiones, y encima pasan por el centro de ciertos pueblos, provocando atascos. Pasar Kiezbühel es un infierno. El viaje se hace muy pesado, sólo estoy deseando llegar. El paisaje es precioso eso sí, maravilloso: valles muy verdes, amplios, rodeados por montañas enormes. Las montañas amenazan lluvia. Mierda.
Según llego a Mittersill empieza a chispear. Cuando llego a Krimml está lloviendo a cántaros. Así no puedo subir a la montaña. Son las 12 de la mañana y el día de repente no resulta muy prometedor. Ante la duda decido comer el bocadillo que me he preparado en el buffet del hotel (que Austria es cara).
Sigue lloviendo mucho. Llevo un chubasquero en la mochila, pero es muy ligero, demasiado para esa lluvia. También llevo el bikini, pero ya sé que no me voy a bañar. Decido bajar a una tienda que hay cerca del aparcamiento. Está atestado de gente que se guarece de la lluvia. Encuentro un chubasquero en condiciones. Es muy caro, pero es eso o no hay cascadas.
Salgo de la tienda y parece que ha disminuido la fuerza de la lluvia. Emprendo el camino. Aquello parece una romería: un montón de gente ascendiendo, algunos con carritos de bebés. Veo muchas mujeres con Niqab (con sus maridos, por supuesto), cubiertas hasta los pies, con sus buenas deportivas. Me sorprende bastante. También veo a uno subiendo con zapato normal y a otro con chanclas. Flipo, pero estoy segura de que llegarán.
La primera cascada se alcanza enseguida y es bastante sencillo llegar a ella. Es una maravilla, una preciosad, pero con la lluvia no se disfruta bien.
Sigo subiendo. El bosque atenúa la lluvia, aunque pronto para. Es cierto que el camino es sombreado, pero joder con el desnivel. Sufro bastante en el ascenso, y encima tengo que ver a los que regresan, tan ligeros, tan felices. Gracias a Dios hay muchas paradas que te acercan a la cascada para poder admirarla. Eso ayuda a recuperarse. El camino también tiene muchos bancos para sentarse, pero no es necesario llegar a tanto.
Es un camino realmente bonito. El bosque es frondoso, muy verde, lleno de vegetación. Con la humedad resalta mucho más. Mientras subo me da por pensar en muchas cosas, y surgen algunos pensamientos que me parecen buenos, aunque los olvido enseguida. Uno de ellos tiene que ver con que la realidad está creada por la conciencia colectiva. Lo que veo ante mí lo crearon antes otros y yo ayudo a mantenerlo. Pienso: "crearon, y crearon bien". Parece que con el tiempo hemos ido creando a peor.
No hay nada que se pueda equiparar a la belleza de la naturaleza. También pienso en la conciencia primigenia que creó todo esto que veo. Mi mente nombra a Dios. "Y Dios creó el mundo en siete días". Creo que me falta combustible...
Afronto la última cascada, la más dura. Asciendo mucho más lento, me cuesta mucho. Pero merece la pena. La última cascada es impresionante, aunque creo que mi opinión está sesgada por el esfuerzo. Llego a la penúltima plataforma, que coincide con la mitad de la cascada. De repente decido que no es necesario llegar a la última plataforma. Seguro que me pierdo algo, pero yo ya estoy disfrutando del espectáculo del último salto. No me merece la pena el último tramo. Mejor regresar e intentar llegar a Salzburg para la cena con el consorcio.
Me quedo unos minutos viendo el caudal caer y golpear el suelo. Deben ser unos 100m de cascada. Es impresionante la cantidad de agua que lleva. Miro dónde el agua cae más, dónde menos, en qué rincones se retiene antes de caer. Es casi como meditar.
Regreso al aparcamiento. El descenso me hace temblar las piernas: mañana tendré agujetas seguro.Bajo a una velocidad suficiente. La montaña vuelve a amenazar tormenta. Me paro en algunas plataformas, pero menos tiempo, menos fotos. Paro en las tiendas de souvenirs a la entrada del parque, pero no me convence nada.
Pago el aparcamiento y la máquina me da una ficha para abrir la barrera. Cuando me inclino a introducir la ficha en la ranura de la máquina, se me cae de los dedos y se mete debajo del coche. Scheisseeeeeee. Paro el coche y me bajo a buscar la fichita de marras. La introduzco bien esta vez y se abre la barrera, pero ahora el coche no quiere arrancar. Me pongo nerviosa pensando en que la barrera bajará y me dejará dentro. Cambio todas las palancas y por fin arrancamos.
De vuelta a Salzburg. El navegador me cambia cien veces la ruta por culpa del tráfico. El camino se hace un poco pesado, pero por fin llego a Europcar.
Llamo a mis compañeros. Voy tarde para la cena, así que me uniré más tarde. Ahora necesito una ducha bien larga, y un poco de cariño de cremas de belleza. Cerraremos el día entre socios.