No sé por qué razón acabo librando batallas que no me corresponden, sobre todo cuando no hay nada que ganar y mucho que perder. Eso pasa siempre que discuto con mi madre. Lo que más me llama la atención es no sólo que vea las cosas de una manera completamente distinta a la mía, sino que además últimamente es más cerril que nunca. Me asombra cómo es capaz de manipular los hechos de manera que se adapten a lo que más le conviene, hasta el punto de que su versión poco tiene que ver con lo que realmente eran las cosas.
Mientras me percataba de ello, me ha venido a la cabeza algo que escribe Luis Rojas Marcos en su libro "La Autoestima": cuando grabamos en nuestra memoria un hecho, grabamos además los sentimientos que acompañaban al mismo, de manera que al evocarlo, la mente lo distorsiona para adaptarlo a la realidad que más nos conviene. Es decir, que manipulamos por activa y por pasiva, consciente e inconscientemente, y nos creemos aquello que más nos interesa.
Por lo tanto, la verdad absoluta no existe, sino que cada uno tiene una verdad propia, a veces compartida en parte, a veces imposible de compatibilizar, como parece suceder entre mi madre y yo en estos casos.
Curiosamente siempre he imaginado la verdad como un gran poliedro de múltiples caras, donde cada una representa la verdad de cada persona, pero todas en conjunto forman la verdad total. Sin embargo, el poliedro no sería estático, porque las caras deberían variar, de acuerdo con los cambios que acontezcan en nuestra verdad. Tampoco sería sólido, ya que esas caras podrían llegar a desaparecer, y el poliedro tendría huecos, como el anillo de cristal de Swaroski que me hizo Cex. Y si sigo pensando, podría llegar a decir que la verdad sería una distribución de probabilidad cuántica. Mejor lo dejo aquí y me voy a cenar.
Mientras me percataba de ello, me ha venido a la cabeza algo que escribe Luis Rojas Marcos en su libro "La Autoestima": cuando grabamos en nuestra memoria un hecho, grabamos además los sentimientos que acompañaban al mismo, de manera que al evocarlo, la mente lo distorsiona para adaptarlo a la realidad que más nos conviene. Es decir, que manipulamos por activa y por pasiva, consciente e inconscientemente, y nos creemos aquello que más nos interesa.
Por lo tanto, la verdad absoluta no existe, sino que cada uno tiene una verdad propia, a veces compartida en parte, a veces imposible de compatibilizar, como parece suceder entre mi madre y yo en estos casos.
Curiosamente siempre he imaginado la verdad como un gran poliedro de múltiples caras, donde cada una representa la verdad de cada persona, pero todas en conjunto forman la verdad total. Sin embargo, el poliedro no sería estático, porque las caras deberían variar, de acuerdo con los cambios que acontezcan en nuestra verdad. Tampoco sería sólido, ya que esas caras podrían llegar a desaparecer, y el poliedro tendría huecos, como el anillo de cristal de Swaroski que me hizo Cex. Y si sigo pensando, podría llegar a decir que la verdad sería una distribución de probabilidad cuántica. Mejor lo dejo aquí y me voy a cenar.
4 comentarios:
No sé en qué libro de Savater dice exactamente lo mismo... Y cuanta razón tiene.
Buenas,
Como decía a un amigo no hace mucho, tenemos que empezar a aceptar el hecho de que es nuestra época, no ya la de nuestros padres. Nos toca ser el referente, y eso incluye la opinión :) Siento el mal rato, de todas formas.
Respecto a la esencia de la verdad, buen tema, y ¿por qué no? muy acertada la visión poliédrica; y la cuántica, más. Realmente tengo la impresión de que la cuántica tiene mucha relación con la esencia de la verdad.
Salud!
Un comentario lateral sobre la química de la asociación de emociones a los recuerdos (http://www.physorg.com/news110723006.html).
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