He llegado demasiado pronto. El centro comercial me recibe con las puertas abiertas, pero dentro sólo hay silencio y una luz ténue. Recorro las galerías disfrutando de una experiencia única de soledad. No encuentro ni un alma a mi paso y resulta inquietante. A cambio, tengo los escaparates para mí sola. Quizá por eso mismo, parecen distintos a otros días.
Poco a poco el centro despierta: cierres que se elevan, luces que se encienden poco a poco, las primeras tazas de café chocando entre sí, la música ambiente que comienza a sonar. Primeros sonidos que van vistiendo la desnudez del vacío.
Y conforme el reloj avanza, como parte de la sincronía de la rutina del sábado, el flujo humano empieza a llenar el centro y a darle la identidad que conozco.
Poco a poco el centro despierta: cierres que se elevan, luces que se encienden poco a poco, las primeras tazas de café chocando entre sí, la música ambiente que comienza a sonar. Primeros sonidos que van vistiendo la desnudez del vacío.
Y conforme el reloj avanza, como parte de la sincronía de la rutina del sábado, el flujo humano empieza a llenar el centro y a darle la identidad que conozco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario