Debo admitir que siempre me han gustado todo tipo de estructuras. Las estructuras se relacionan con la regularidad, el orden, la estabilidad y, por qué no, la seguridad. Las estructuras nos aportan un soporte, un refugio, una salvaguarda para el caos diario de un mundo hecho en vidrio amorfo y plástico. También pueden crearnos dependencia y apego, impidiénonos la flexibilidad y la adaptabilidad que los tiempos requieren. Aún así abogo por las estructuras.
En especial me gustaría resaltar las estructuras sintácticas. Las estructuras físicas y arquitectónicas son hermosas, pero requieren de capacidades para las que lamentablemente no estoy dotada. Las estructuras sociales me parecen complejas y en sus reglas me muevo con torpeza. Las estructuras de datos me parecen meras cajas. Las estructuras sintácticas, por el contrario, son manejables, accesibles y cómodas.
A riesgo de mostrar ciertos rasgos autistoides, confesaré que la sola contemplación de estas estructuras me produce un sosiego inmediato, como una especie bálsamo para mi mente. Jugar con ellas ordena mi pensamiento y me da claridad de ideas. Al mismo tiempo me conceden un espacio fuera del mundo donde poder encontrarme a mí misma, donde se diluye esa molesta sensación de inutilidad que me acompaña de seguido. Una bendición que lamentablemente se presenta en gotas.
3 comentarios:
Bueno, si te sirve de algo mi opinión, el mayor placer que me han proporcionado las estructuras sintácticas fue aprobar con un cinco raspado la asignatura del mismo nombre que pensé que jamás aprobaría.
Jajaja, me parto. Algo es algo :-P
Colorless green ideas sleep furiously... En la sintaxis nos sentimos segur@s (a su lado no dudamos): en efecto, el salto (eso sí que es 'a giant leap') a la semántica es cualitativo pero harto inseguro. Quizá sea mejor quedarse al abrigo de las estructuras sintácticas, esas reglas innatas con las que mágicamente venimos equipados y que nos permiten construir infinitas frases (correctamente formadas tengan sentido o no) a partir de un número limitado (discretísimo) de reglas. Pienso en Chomsky y en J.A. Marina, ambos recurriendo a su idea del marciano intentando comprendernos internándose en la selva del lenguaje... El marciano de Chomsky cree que todos hablamos el mismo lenguaje por nuestra capacidad mental de manejar las estructuras linguísticas sin apenas instrucción... El de Marina pretende comprender los sentimientos humanos ¡a partir de diccionarios! En esta tarde de frío y fragilidad, creo que me intentaré abismar en el Diccionario de los Sentimientos, quizá el marciano Usbek me ayude a desenredar algo la madeja de mi confusa inquietud.
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