sábado, junio 27, 2015

Bohinj - Bled - Vintgar

Hoy era el día de las recomendaciones de Ales. Ha sido fácil, ya que simplemente bastaba con añadir un lugar a la que era mi idea inicial de turismo en Eslovenia: el lago Bohinj. Es un lago de origen glaciar en los Alpes Julianos, no demasiado distante de Bled, la ciudad que originalmente fue el foco de dichos planes. Esta mañana he visto en Internet que podía ir hasta un lugar llamado Ukanc, donde tomar un cable hacia el monte Vogel y contemplar una panorámica completa del lago. Parecía una buena idea, así que he empezado por esto.

El billete de ida y vuelta costaba 13 EUR, un poco caro para mi gusto. Eslovenia no es precisamente barata en lo que a ocio se refiere. No sólo las atracciones son caras, también hay que pagar bastante por el parking, que no suele ser gratuito. Pero en fin, todo sea por una experiencia única (e ¿irrepetible?).

Desde la estación del Vogel ciertamente había una vista maravillosa del lago y las montañas. Me recordaba a Noruega. Podría haberme quedado horas mirando al valle, pero el tiempo iba en mi contra si quería cumplir con el plan previsto. Dios, qué mal calculo los tiempos para todo. El ascenso también me ha parecido bastante bonito, porque las paredes parecían literalmente tapizadas de árboles (hayas, creo), como si fuese un jardín vertical gigantesco y salvaje. 

Llegados a la cima aparecían varias pistas de esquí cerradas y varias rutas de senderismo. Las rutas tenían buena pinta, pero resultaba inconcebible emprenderlas, no sólo por falta de tiempo, sino por falta de equipamiento para la marcha. Agua tenía, pero comida poca y abrigo menos. 
  

En cambio, me he entretenido con un laberinto marcado en el suelo con piedras. Se supone que los laberintos sirven a varios propósitos. Yo hoy he querido hacerlo sin propósito, ni intención, ni preguntas a resolver. He sacado varias ideas interesantes del recorrido, pero el post no da de sí para explicarlas.

He descendido una hora después. En la cima las nubes amenazaban tormenta, que se ha materializado al llegar junto al coche. Me habría gustado haber pasado un rato más junto al lago, bañarme incluso, pero con la lluvia esa idea no tenía mucho sentido. Entonces he pensado en ir a Bled a comer y decidir cuál sería mi siguiente paso. Una vez más, cambiando los planes sobre la marcha. Supongo que está bien cierta flexibilidad. Total, las cosas nunca me salen como las planeo...

Bled no me ha gustado tanto como esperaba. Es un paraje hermoso y ciertamente merece la pena visitarlo, pero no me ha enamorado. Quizá esperaba más, otra cosa. Y menos turismo. Cada día me gustan menos las comercializaciones turísticas, aunque caigo en ellas como todos. Por ejemplo, mientras buscaba restaurante, he visto las barquitas que llevan a la isla del lago, y me he montado en una. Yo y mis impulsos. Otros 12EUR del ala. Caro, sí, pero el pobre barquero se lo curra llevando a remo una barca llena de pasajeros. 

Y yo sin comer. Una vez leí en una revista sobre las diferentes formas de comer. Según decía, los viajeros comen sólo cuando sienten hambre. Tengo que discrepar: también se sacrifica la comida si hay algo que merece la pena hacer en ese momento, como era mi caso. Afortunadamente llevaba un plátano en el bolso, porque sin tomar nada desde las 8am del desayuno, estaba desfallecida.

El barquero nos ha dado media hora para ver la isla. Más que de sobra. Es bastante pequeña, la iglesia estaba cerrada por una boda, y la tienda de souvenirs no tiene ningún atractivo (¿Cómo puede ser tan sumamente rancia?) Aun así, al regresar a la barca, faltaba la mitad del pasaje. No estoy segura de si los hemos dejado en tierra por llegar tarde o han decidido quedarse para ¿recorrer la isla? El caso es que de repente se ha puesto a llover y he sentido pena por ellos.

Al atracar, diluviaba ya. Corriendo me he metido en un restaurante mexico-italo-esloveno para resguardarme del aguacero, y comer por fin. Por un momento, he tenido un momento de frustración por pensar que la lluvia no me permitiría llegar a la garganta de Vintgar, mi último hito en el plan de hoy. No conocía el lugar, pero sin duda no iba a caminar bajo una tormenta. Estaba tan cansada, que el pequeño demonio de mi hombro me susurraba que regresara a Ljubljana. Casi. Al salir del restaurante seguía lloviendo, pero con menos intensidad y he querido acercarme. Si es que cuando se me mete algo en la cabeza...

Y menos mal, porque es sin duda el lugar que más me ha gustado de todos los que he visto en este viaje. Qué sitio más increíble: qué paredes, qué color de aguas, qué bonito todo. Merecía la pena hacer los 1.5 km bajo la lluvia sólo para disfrutar de tanta belleza.

Al final del paseo oficial, el camino continúa bajando abruptamente hasta llegar al río Radovna. No he podido resistirlo. El camino estaba impracticable por la maleza y, sobre todo, por el suelo mojado. Lo he pensado: "seguro que me caigo". Y efectivamente, he resbalado y me he caído. Gracias a Dios no me he ortigado, aunque creo que tengo la rodilla derecha resentida. Al menos no ha sido una caída tan ridícula como en los Pirineos, la última vez que estuve. La vista desde el río es impresionante, sí. Bien, una recompensa para mi esfuerzo. Una buena forma de cerrar estas mini-vacaciones.

1 comentario:

Rydwlf dijo...

Hola, Morrigan,

Qué interesante entrada; me encantan estas crónicas porque es un poco como si me permitieran a mi también viajar y recorrer esos parajes.

Llevaba mucho tiempo desconectado de todos los blogs; me ha gustado mucho comprobar que sigues con el tuyo. A veces cuesta mucho mantener un blog. ¡Ánimo!

Un gran abrazo.
Rydwlf