jueves, junio 18, 2015

Grounding

Contaba el guía de la ruta botánica de Sallent que el bosque es un campo de guerra y que la lucha de las plantas es feroz por el recurso más deseado: la luz solar. Pero ahora que estoy acostada sobre un lecho de césped, rodeada de arbustos y árboles, no me parece que bajo mis pies haya un combate encarnizado. Al contrario, todo parece tranquilo, silencioso y pacífico, casi reverencial: la luz se filtra por las hojas de los árboles (komorebi), el polen se recrea en el aire, y se oye el canto del mirlo en una rama próxima. Parecería un picnic de solsticio, si no fuera porque me he dejado la manzana en el coche. Tengo hambre, creo que me he enfriado (la chaqueta también se ha quedado en el maletero), y puede que lleve más de una picadura. Pero todo me da un poco igual.

"Grounding". Es la palabra que he escuchado en mi cabeza al dejar el trabajo. Una buena idea para un día de mierda. ¿Hay algo mejor que no hacer nada en comunión con la naturaleza? No sé si existe una técnica concreta para el grounding, pero me basta con tocar tierra y descargarme. La tierra contiene el agua. El agua son emociones. Y las mías hoy están desbocadas.

Un pensamiento desafortunado: puedes tener el corazón roto, pero la vida sigue. La naturaleza es hermosa, alegre, vital a pesar de tu tristeza. Y creo que en sí eso está bien. En cierto modo, reconforta un poco. No mucho tampoco.

Otro pensamiento desafortunado: he visto a las hormigas con una actividad frenética. Si me quedo lo suficientemente quieta ¿me devorarán?

Sí, mi mente también galopa, pero parece que con el contacto de la tierra se va apaciguando. No sé por qué estas cosas no se me ocurren más a menudo, tan abortagada estoy normalmente. El ibuprofeno también parece estar haciendo efecto. Creo que hoy sería mejor que me acostase pronto y me olvidase de este día. Aún no he decidido qué hacer con la cena, aunque se me apetece comida basura. Sin embargo, me siento algo mejor. Tanto que decido dar un paseo entre los almendros.

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