martes, agosto 31, 2010

Despidiendo la jornada intensiva.

Se acabó por este año. Adios a la siesta, a la piscina, a los programas vespertinos de la tele. Fin del verano, comienzo de curso y depresiones a mansalva. Un compañero ha twitteado: "la jornada intensiva es como decir adios a un amor de verano que no sabes si volverás a ver el verano próximo". Lo dicho: mucha melancolía en el ambiente.

Nosotros hemos subido a Navacerrada a cerrar etapa. Mientras Blax subía a la Bola del Mundo, Crisis y yo hemos paseado por el camino inferior hasta la ladera con vistas a la Maliciosa y la Barranca. No sé la impresión de Crisis, pero a mí me ha venido bien. Subía muy rallada porque hoy ha sido un día incómodo, pero llegar al extremo del camino, ha sido como recibir un bálsamo.
¡Qué paz se respiraba allí! Podía percibir un silencio absoluto, tan sólo quebrado por los cencerros de las vacas pastando y el batir de las alas de algún insecto volador. El atardecer arrojaba las primeras sombras sobre la ladera, antes de que el sol se pusiera definitivamente tras la montaña oeste. Y el frescor de la tarde que apaciguaba las asfixiante calentura de la ciudad.
De repente todo había desaparecido de mi mente y volvía a estar serena y centrada.

Mañana será otro día, que aún no he pensado. Al menos, voy ligera de equipaje emocional.

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