Purgatorio. Un nombre interesante para un lugar tan bonito. Según he leído, dicho nombre se debe a que servía de lugar de penitencia a los hermanos cartujos del monasterio del Paular que debían purgar sus culpas por contravenir las normas de la disciplina monástica sobreviviendo en estos parajes a base de plantas y agua hasta purificar su alma. Hoy en día, en cambio, es un lugar para recrearse la vista y alimentar el alma. Hasta sería un remanso de paz de no ser por la cantidad de gente que sube hasta aquí. Una auténtica romería.
La senda es bastante sencilla. La primera parte del camino es una pista forestal que parte de Rascafría y que cruza un robredal hasta cruzarse con el arroyo del Aguilón. La pista está en muy buen estado y el camino está bien indicado. El problema es que hay poca sombra, por lo que debe hacerse pronto por la mañana y es indispensable llevar crema solar y gorro a la vuelta. En el camino encontré muchas vacas con terneros. Me molesta ver a la gente que se mete entre el ganado sin miramientos. Es una falta de respeto total. La gente ha perdido el miedo a la naturaleza. Pero el peligro está ahí: cerca de un ternero siempre hay una madre abnegada dispuesta a defenderlo. Por eso, hay que intentar evitar al ternero y procurar no resultar una amenaza. Demasiadas pocas cosas suceden, la verdad.
Una vez cruzado el río, se pierde la pista y las indicaciones. El camino se convierte en el típico sendero de montaña que me encanta: ondulante en tendencia ascendente, lleno de rocas y raíces. La senda está tan baqueteada que no es problema seguirla. Transcurre paralelo al río y tiene sombra prácticamente todo el rato, gracias a los árboles que lo rodean. El río forma innumerables pozas donde poder darse un chapuzón y esto es maravilloso, sobre todo para afrontar la calurosa vuelta. Me encanta meterme en las pozas y refrescar al menos los pies: es como si te dieran pies nuevos. Meterse entero es mucho mejor :-)
Tras 6,5km aparecen las cascadas. Son tres. Las dos primeras son de acceso fácil. La tercera (que es la auténtica Cascada del Purgatorio) no. Aquí tuve suerte: escuché a un grupo decir que iban a subir y cuando les pregunté de qué manera, me invitaron a ir con ellos. Fueron muy majos, la verdad. Subimos 4 adultos y 2 niños. Yo sin mochila, sin bastones, sin nada a cuestas, porque me daba respeto el ascenso y no quería tener nada que me molestara. El camino, para el que lo conozca (no me habría atrevido a subir yo sola): hay que subir por unas piedras que parecen de derrumbe y llegar a una grieta. Ahí se escala literalmente la pared para poder encontrar otro camino que lleva al chorro. La chorrera es preciosa, pero tiene mayor encanto por la dificultad previa. Allí sube poca gente y realmente sí es el remanso de paz buscado.
La bajada es incluso más complicada que la subida, pero una vez logrado, ¡qué subidón! Estaba eufórica, no sólo por haberlo conseguido, sino porque además me sentí fuerte. El brazo ni me dolió. Eso sí, las agujetas de hoy son apoteósicas.
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