Hoy comienza el
W:O:A 2013 y por primera vez en diez años no iré al festival. Las
circunstancias de la vida mandan, aunque también hay cierta visión cortoplacista
que me lastra. Y esta semana he empezado a sentir añoranza no sólo por el
festival (coño, encima va Rammstein), sino también por Hamburgo y
Schleswig-Holstein: echo de menos los horizontes infinitos, los molinos de viento,
hacer una parada en el dique de Friedrichskoog, subir a Westerheversand
a ver el Wattenmeer, ver las atracciones del Dom, tomar una cerveza en el
puerto de Hamburgo, pasear por Hafencity (a.k.a Gotham)...A ratos me pregunto ¿qué hago yo aquí en la oficina?
Como
contrapartida este año trae reencuentros. El primero, con el mar. Sí, es
posible ver el mar en Alemania; también lo he podido ver en otros viajes. Me
refiero más a un rencuentro físico, a la comunión con el mar. Sigue siendo una
de las mejores experiencias de libertad y abandono que he vivido. Allí es
posible olvidarlo todo, al menos durante unos momentos, como si nada tuviera
importancia. Esa sensación es balsámica.
El segundo
reencuentro a destacar es la celebración de Lughnasadh, la primera cosecha del año.
Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez. Me ha venido a la mente una ocasión en
la que durante una meditación recibí una clara respuesta a la pregunta que me
rondaba; me sobresalté un poco, pero me ayudó a ser paciente ¿Ocurriría lo
mismo ahora? Esta tarde lo comprobaré. En realidad no quiero forzar las cosas, simplemente quiero dejarme
llevar. Aunque me da miedo pensar que este año mi cosecha será (o está siendo) bastante
kármica y siempre es duro afrontar las consecuencias. En todo caso, agradeceré
las lecciones, por complicadas que sean.
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