viernes, enero 22, 2016

El propósito.

Este post es el resultado de la discusión del desayuno de ayer con Sharing-Dreams previa a la review del proyecto. Serían los nervios, serían las ganas de aplacarlos. El caso es que empezamos a hablar sobre temas metafísicos que nada tenían que ver sobre lo que acontecería unas horas después, pero que nos tuvieron ocupados un rato. El punto de partida de nuestra discusión era la búsqueda del propósito de cada uno en la vida. 

Parece que estuviéramos obligados a darle un sentido a nuestra vida, a buscar aquello que justifica de alguna manera el por qué estamos en este mundo, el por qué existimos, y para qué. Hay personas que parecen tener claro ese propósito. Otras no tanto. Y eso suele provocar un desasosiego interno que es cuanto menos incómodo. Pero en realidad, ¿necesitamos tanto realmente conocer ese propósito?

Una de las cosas que extraje de la charla de mindfulness del lunes pasado es que el cerebro odia la incertidumbre y busca la manera de eliminarla. La pulsión por encontrar ese propósito podría estar motivado por ello y, en realidad, la búsqueda sería una forma de aplacar a nuestra mente. Pero cuando buscas y no encuentras, se produce el desasosiego, que nos hace sufrir.

Por un lado pienso que quizás a nivel consciente no sepamos, pero que ese propósito esté grabado en nuestro subsconsciente (o en alguno de nuestros cuerpos metafísicos) y que ese nos guíe en la vida de una manera sutil, siempre y cuando le permitamos aflorar y cumplir con su misión. También pienso que, si ese propósito nos lo da Dios, realmente no necesitamos saber nada. Podemos pensar que Él sabe mejor que nadie qué debemos hacer en esta vida, y a nosotros nos basta con confiar, por duro que suene. 

Si por el contrario, creemos conocer el propósito, pareciera que estuviéramos obligados a cumplir con él, lo cual indicaría que nuestra "amada" libertad tampoco es mucha. A menos que quisiéramos rebelarnos contra él, aunque tampoco sé qué razón justificaría un acto así. ¿El ego quizás? Por no decir que el hecho de ver fallida la consecución de un propósito debe ser terriblemente frustrante. ¿Quién dijo que el propósito tenía que ser alcanzable? Asi que no sé que es peor, la ignoracia o la impotencia.

Por otro lado, también pienso que existimos de instante en instante. No existimos en el pasado, no existimos en el futuro. Sólo somos presente. Si eso es así, quizás el propósito simplemente no exista, dado que en el presente el propósito sólo es una utopía. O puede que el propósito sea una colección de trocitos infinitesimales de propósito para cada instante que se integren a lo largo de una vida.

En realidad, por claro que lo tengamos, jamás vamos a llegar a comprender el sentido de nuestra vida. No me parece tan malo.

3 comentarios:

Sharing-dreams dijo...

Parte I
Mi comentario no es hoy sencillo, pues nos encontramos en las honduras de la metafísica, la teología y el humanismo trascendente.
Cuando se intuye una dimensión trascendente de la existencia, entonces la cuestión del propósito cobra una perspectiva acaso muy diferente de la convencional. Me explico: si hay trascendencia en el origen, el proceso y la conclusión de la vida, si cierto fuese que "There's a divinity that shapes our ends" (Hamlet Acto V Escena 2), entonces toda vida tiene un propósito. Y éste propósito no es una ideación mental, no es una respuesta intelectual (que en todo caso llevaría a la división indeseable entre idea y acción), NO. Este propósito es una impronta que traemos "de serie", específica para cada uno (sin excluir formar parte de otro propósito colectivo como especie dentro de un proceso creciente de evolución pero de esto podremos hablar otro día).
Por tanto, se trata de reconocer el sello que nos marca. En algunos individuos, notable y excepcionalmente en el Dios hominizado, conocer el propósito-destino, fue algo tan necesario como doloroso, pero aún en este caso, llevó muchos años y hubo sufrimiento para aceptarlo hasta el último acto del drama.
Aunque, sin duda, algo podemos aprender de eso también, volvamos a lo que decía de que no estamos aquí ante un esfuerzo intelectual. Tampoco ante un factor limitativo de la libertad. Porque el propósito no sería un destino ineludible sino una meta a la que podremos llegar (y debemos en la medida en que es a lo que estamos llamados a ser)... o no. De nosotros depende activar los resortes de la voluntad hacia esa meta (para la que por otro lado estamos ontológicamente óptimamente preparados porque es la meta pensada para nosotros por quien nos "diseñó/envió".
Se trata por tanto de conectar con lo que se "es". Voy a utilizar ahora ideas que encuentro aquí: http://www.sabiduriarcana.org/krishnamurti-web/krishnamurti_vivir_de_instante_en_instante.pdf

Krishnamurti explica que "aquello que es de instante en instante es eterno, es atemporal; y el darse cuenta de instante en instante de lo que es verdadero, es hallarse en estado de eternidad. Para conocer lo eterno, la vida tiene que ser de instante en instante, no vida continua; porque aquello que continúa tiene fin, conoce la muerte, mientras que aquello que vive de instante en instante, sin el residuo de ayer, es atemporal - y eso no es un mito."

Sharing-dreams dijo...

Parte II
Krishnamurti da algunas ideas bien encaminadas acerca de cómo acercarse a esto: "Lo que es, es lo que vosotros sois, no lo que os gustaría ser. No es el ideal, porque el ideal es ficticio; es en realidad lo que vosotros hacéis, pensáis y sentís de instante en instante. Lo que es, es lo existente; y para comprender lo existente se requiere alerta percepción, una mente muy vigilante y veloz. Pero si empezamos por condenar lo que es, si empezamos por censurarlo o resistirle, no comprenderemos su movimiento. Si quiero comprender a alguien no puedo condenarlo tengo que observarlo que estudiarlo. Tengo que amar la cosa misma que estudio. Si queréis comprender a un niño, debéis amarlo, no condenarlo. Debéis jugar con él, observar sus movimientos, su idiosincrasia, sus modos de conducirse; pero si no hacéis más que condenarlo, resistirle o censurarlo, no hay comprensión del niño. De un modo análogo, para comprender lo que es, hay que observar lo que uno piensa, siente y hace de instante en instante. Eso es lo efectivo. Ninguna otra acción, ningún ideal o acción ideológica, es lo existente; es un mero anhelo, un deseo ficticio de ser otra cosa que lo que uno es. Para comprender, pues, lo que es, requiérese un estado de la mente en el que no haya identificación ni condenación, lo cual significa una mente que sea alerta y sin embargo pasiva. En ese estado nos encontramos cuando deseamos realmente comprender algo; cuando hay intensidad en el interés, ese estado mental se produce. Cuando uno está interesado en comprender lo que es, el estado real de la mente, no necesita forzarla, disciplinarla ni controlarla antes bien, hay entonces vigilancia pasiva y alerta".
Quiero llegar ahora al núcleo de lo que puede haber de común a todos los propósitos para los humanos, considerando la posibilidad de que nos venga dado por Dios como dador de la existencia. Si Dios es amor, el propósito entonces es un regalo como expresión de ese amor, no puede ser una maldición ni una losa. Aún más, el propósito ha de tener que ver con el mismo amor que lo genera y los místicos ya intuyeron que al caer la tarde seríamos examinados en el amor. Entonces ¿estamos aquí para amar? Pues... ¿y por qué no? ¿Y el sufrimiento? ¿Qué función tiene? Quizá es una manera de que podamos aprender... a amar. Porque lo cierto es que en la mayoría de los casos, no llegamos sabiendo amar y necesitamos algo que nos despierte (la com-pasión) y nos haga crecer.

Sharing-dreams dijo...

Parte III
Como estamos a punto de ver, tampoco el propósito está centrado en un deseo de continuidad, sino que, en la medida en que se identifica con el amor, es un estado de ser y es atemporal. Pero si el propósito tiene que ver con el amor (y su aprendizaje viene mediado por el sufrimiento), ¿qué naturaleza tiene el amor?: "El amor es de instante en instante; no pensáis que deba continuar. Aquello que continúa es un estorbo para el amor. Sólo el pensamiento puede continuar, no el amor. Podéis pensar acerca del amor y ese pensamiento puede continuar; pero el pensamiento acerca del amor no es amor -y ésa es vuestra dificultad. Pensáis acerca del amor, y deseáis que ese pensamiento continúe: por eso preguntáis “¿que le ocurre al amor cuando llega la muerte?” Lo que os preocupa, empero, no es el amor; es el pensamiento acerca del amor, que no es amor. Cuando amáis no hay continuidad. Sólo e1 pensamiento desea que el amor continúe, pero el pensamiento no es amor. Eso, señores, es muy importante. Cuando amáis, cuando realmente amáis a alguien, no pensáis, no calculáis: todo vuestro corazón, todo vuestro ser, está abierto. Pero cuando sólo pensáis en el amor, o en la persona a quien amáis, vuestro corazón está seco; y por lo tanto ya estéis muertos. Cuando hay amor no hay temor a la muerte. El temor a la muerte es simplemente miedo de no continuar, y cuando hay amor no hay sentido de continuidad. Es un estado de ser. Y cuando hay amor no hay muerte: sólo hay muerte cuando surge el proceso de pensar. Cuando hay amor no hay muerte, porque el temor no existe; y el amor no es un estado continuo, el cual, una vez más, es el proceso de pensar. El amor no es sino ser de instante en instante. El amor, por lo tanto, es su propia eternidad."
Continuará...