Cuando un sueño se rompe se escucha un sonido sordo dentro del pecho. Desde el exterior apenas es imperceptible, quizás evidenciado por un leve rictus en la faz o por esas pequeñas traidoras saladas que pugnan por derramarse desde los ojos.
Los sueños no anidan en la mente, allí sólo hay espacio para las ideas. Los sueños nacen como ideas, pero hay ideas que más cálidas que los conceptos abstractos o la lógica, y no pueden sobrevivir allí. Así que se transforman en sueños y emigran al corazón, donde se amalgaman en las paredes del mismo, se vuelven el corazón.
Así que cuando un sueño muere, el corazón se rompe, como un glaciar que se fragmenta en un bloque en caída al mar, pero en trozos más pequeños y livianos, como copos de ceniza salidos de un volcán. Se depositan en el suelo y quizás su destino es esperar que el viento los recoja y los esparza por el mundo. Quizá sirvan de pasto a los pájaros, quizá se entierren en la tierra y germinen como la cizaña, quizás simplemente esperen morir y ser absorbidos por la tierra, a la espera de ser olvidados definitivamente.
¿Cómo se cura un corazón roto? Dicen que la receta está en dejar pasar el tiempo y que sea éste el que recomponga las heridas con nuevos sueños que vengan a cerrar el tejido miocárdico. Pero a veces los fragmentos son tan grandes que es imposible recomponerlo, y el corazón vive con un agujero permanente por donde escapa la vida, la energía, la ilusión, la magia. Y mientras se intenta recomponer, el corazón se siente confundido, perdido, porque aquello que lo guíaba ya no está. Y mientras hay que seguir adelante, y hacer de cuenta que todo esta bien… sonreír, respirar, dormir, levantarse, trabajar, alimentarse…
Los neptunianos somos frágiles, necesitamos evadirnos para poder soportar la realidad. Dormir siempre es un aliado, y es más barato que las drogas y no tan perjudicial. Aunque cuando tienes el corazón roto, importa poco si vives o mueres, porque en realidad estás muerto, pero andas. Te has convertido en un zombi.
Llorar también ayuda, porque hay que aliviar la tensión que oprime el pecho. Aunque a veces esa presión duele tanto que llegas a sentirte insensible a todo lo demás. Y no es falta de interés: demasiado tienes que gestionar dentro como para que te importe lo de fuera.
Y así pasan los días. Primero sobrevives a uno. Luego a otro. Y un día deja de doler. Y un tiempo después deja de importarte. Porque aquí la mente va a hacer su trabajo, y distorsionará las memorias para que puedas lidiar con ellas. Y la esperanza se aferrará a algo que te ayude a salir adelante (ella sí que es incansable). O quieres creer que así será.