sábado, julio 02, 2016

Mindfulness budista

Acabadas las clases de canto, las mañanas de los sábados se han quedado libres. En vez de utilizarlas para el puro esparcimiento, me he montado un mes de julio prácticamente lleno de talleres de desarrollo personal. ¿Por qué? Puede que sea una fase de esas que me dan de vez en cuando. Seguramente se me pasará.

Hoy tocaba un taller de mindfulness en un centro budista. Tenía curiosidad por ver el enfoque que le daban, en comparación al curso de Rafa. Desde luego he encontrado un punto de vista diferente, con prácticas diferentes, pero que de alguna manera entroncan con lo que aprendí en su día. Soy una especialista casando piezas a priori dispares. Y pensar que se me dan tan mal los puzzles...

Podría decirse que el mindfulness que enseña Rafa es de más alto nivel. Es más generalista, despojado de toda referencia a religiones y espiritualidades, aunque bebe de enseñanzas budistas. El taller de hoy, en cambio, se arraiga plenamente en la tradición budista, aunque intentan que llegue a todo el mundo. Pero es inevitable sentir el budismo cuando todo el centro respira de esta senda: estatuas de budas, de lamas, de símbolos, de referencias. Casi como estar en una iglesia donde las tradicionales imágenes cristianas han sido sustituidas por otras cuyo significado se me escapa. Por un momento he sentido la ilusión de encontrar a Ganesha, el dios elefante que elimina los obstáculos, pero ni rastro. Me cuesta distinguir el hinduismo del budismo.

Cosas interesantes que he aprendido, o mejor dicho, unas las he aprendido en el taller, otras las he recordado:

  • La felicidad está dentro de nosotros. El sufrimiento viene de la búsqueda de la felicidad en el exterior, de creer que la felicidad está en objetos fuera de nosotros (objeto aquí no se refiere únicamente a algo material, también a personas y situaciones).
  • La felicidad es un estado mental. La naturaleza de la mente es la tranquilidad, como un cielo azul. Todos los pensamientos que nos perturban son como nubes que cubren y encapotan ese cielo. Pero como toda tormenta, los pensamientos pasan. Los pensamientos no son sólidos, son móviles y cambiantes.
  • El sufrimiento surge de estados mentales alterados llamados perturbaciones. Perturbaciones hay muchas, pero hay tres especialmente molestas: enfado, apego, y percepción.
  • El enfado surge del contacto de la mente con un objeto que tiene un aspecto que le disgusta, y reacciona intentando perjudicarlo. En vez de intentar comprenderlo y aceptarlo, lo ataca. El enfado es puro mindfulness, porque la mente está enfocada, pero la intención no es buena y nos hace sufrir.
  • En el apego la mente entra en contacto con un objeto que tiene algún aspecto que le gusta, y lo desea porque cree que en él va a encontrar la felicidad. El apego es muy sutil porque presenta algo agradable, pero esconde un daño para la persona, como por ejemplo sería tomar un exceso de chocolate. El apego insiste en que la felicidad está fuera de nosotros. Nos obsesionamos con el objeto y sufrimos por él.
  • La tercera perturbación es creer que las cosas que percibimos son realmente como las percibimos. Pero nuestras percepciones nos hacen ver un objeto a veces como bueno, y otras como malo, dependiendo del momento (o del estado mental). Si una cosa puede ser buena y mala a la vez, no puede ser fuente de felicidad, porque la felicidad sólo puede traer más felicidad.
El objetivo del mindfulness es serenar la mente. Se trata de ser conscientes de lo que sucede en nuestra mente para tomar el control de la misma y no permitirnos desviarnos de nuestro objetivo de responder adecuadamente a las situaciones que se nos plantean. El mindfulness no va a solucionar nuestros problemas, pero nos ayuda a entrenar la mente en una forma de pensamiento más consciente y centrada. De esta manera, al alcanzar un estado mental diferente, vamos a experimentar las situaciones de una forma distinta, y por lo tanto nos van a afectar menos y vamos a reaccionar ante ellas más mesuradamente.

Como prácticas de meditación:
  • Atención en la respiración como objeto de meditación.
  • Meditación centrada en un objeto físico.
  • Meditación en la claridad de la mente. Esta práctica se parece un poco a la de atención abierta de Rafa, aunque solamente centrada en los pensamientos, y no en sonidos y sensaciones. Ha sido curioso porque cuando he empezado a contemplar mis pensamientos, mi mente era una balsa de aceite (cosa rara en mí). Me he sorprendido diciendo: ¡no hay nada! Y de repente se ha desencadenado una tormenta de pensamientos, como temerosos de enfrentar el vacío, el cielo azul. Sin embargo, los pensamientos fluían, no eran densos, aparecían y desaparecían. Y de repente me he visto conectada la consciencia de todos los que allí meditaban, formando parte de ellos, y me ha dado miedo porque yo no los conocía. Entonces me he desconectado. Esto ha sido diferente en la siguiente práctica.
  • Meditación en un objeto significativo. Aquí nos han propuesto una práctica muy bonita: reconocer la parte buena de los demás, ver cómo los demás nos benefician. Y esto tiene mucho que ver con la gratitud, pero también es reconocerse como parte de un sistema al que todos contribuimos. Es reconocer la cantidad de gente que han influido en construir la persona que somos ahora, no sólo aquellos que más cercanos están, como padres, familia, y amigos, sino también maestros, compañeros de trabajo, o las personas que nos dan un servicio indirecto, y además aquellos que han contribuidos a influir a estos. Al final somos el resultado de las interacciones de un montón de gente, cercana y lejana, en este tiempo y en el pasado. Todos estamos interelacionados. Todos somos uno. Y si alguien hace algo que te beneficia, independientemente de su intención, está siendo bondadoso con nosotros. Y quizás si incluso en una situación que valoras como perjudicial estás aprendiendo o volviéndote más fuerte, también así te están beneficiando. Entonces, ¿no es todo lo que nos sucede en nuestro beneficio?

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