lunes, julio 27, 2015

Aceptación

Desde que desapareció el profesor oficial, no había regresado a clase de yoga. Tomé una clase con la primera sustituta, pero no me gustó y dejé de ir. De esto ya hace varias semanas, incluso diría que meses. De hecho hoy tampoco pensaba pasarme. Mi plan, una vez descartado el pump, era ir a clase de jam y bailar un poco. Pero una conversación en el vestuario lo ha cambiado todo. La nueva profesora hablaba con una alumna sobre una práctica espiritual aplicada al día a día. Entonces he pensado que quizá la clase fuese interesante.

La clase comenzaba con una introducción a la práctica. La temática era "La aceptación". Aceptación de aquello que sucede durante la clase y que escapa a nuestro control: una molestia física, un pensamiento intrusivo, una emoción inesperada nos puede desconectar del presente, del aquí y ahora. Intentar resistir es negarse a una lección que cada uno de ellos nos puede aportar, es negarse a aprender, incluso negarse a ser uno mismo. En cambio, es más positivo agradecer su presencia y tratar de aprender sobre la experiencia que nos quieren transmitir.

Esas palabras han sido bastante positivas para el resto de la sesión. Hacía muchas clases que no me sentía tan centrada, con la respiración totalmente acompasada, sin tratar de forzar la asana. Sí, he tenido algunos pensamientos intrusivos (en mí otra cosa sería raro), pero juraría que bastantes menos que en otras ocasiones. Emocionalmente bastante serena. Físicamente bien. De hecho, ha sido una clase sencilla y sumamente suave, tanto que ni siquiera he tenido que ducharme después.

La verdad que "aceptación" es una palabra con la que no me llevo bien. En general me cuesta aceptar que las cosas puedan ser de una manera diferente a como me gustaría. Esto no significa que siempre me salga con la mía, sólo significa que quizás me resista más de lo necesario, que lleve las cosas a límites absurdos cuando no hay necesidad de ello. Pero no encajo bien dónde queda el límite entre esforzarse por lo que uno quiere y abandonar. ¿Por qué aceptar es mejor que perseverar? Y ¿hasta cuándo hay que darse golpes contra la pared antes de rendirse?

En realidad creo estoy hablando más de "resignación" que de "aceptación". La línea entre ellas me parece muy fina, pero emocionalmente las siento diferentes en mi interior. "Aceptación" es mucho más positiva, sin duda. "Resignación" la siento como una emoción que se pudiera enquistar. Por momentos me sabe a frustración, a rencor.

Quizá "aceptación" no implique ningún tipo de esfuerzo o de sufrimiento, sino que sea más "fluir", dejarse llevar por la situación, observar sin juicios, aprender. La pregunta que me surge es: ¿es mejor aprender una lección que triunfar? Diría que sí, porque el triunfo es efímero y la lección (si bien aprendida) eterna. Pero aunque lo entiendo igualmente me cuesta aceptarlo. ¿Es una cuestión del ego (que diría el Curso de Milagros)?

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