jueves, enero 18, 2018

Misión de vida


Durante mucho tiempo he querido golpear un saco de boxeo, pero no como se atiza furtivamente a los sacos del Decathlon. Quería sacudirlo con todas mis ganas y energías. Y más hoy. Hace unos años me compré un saco hinchable para casa, pero las gatas lo desinflaron y quedó inservible. Me había quedado con la espinita clavada. Hace unas semanas aparecía la publicidad de un nuevo gimnasio en el barrio de fitboxing con una clase de prueba. Hoy he ido a tomar mi clase.

La publicidad hablaba de un entrenamiento de alta intensidad, basado en el boxeo, el kickboxing y el entrenamiento funcional, capaz de quemar 1000 calorías por clase. Eso me pareció una barbaridad. Tenía en mi cabeza el dato de que en combat se queman 600 calorías, así que la diferencia es una clase extra de baile. Me parecía demasiado. Se me ha olvidado ponerme el reloj para medir el entrenamiento, pero la verdad es que es una clase agotadora.  Diría que incluso más intensa que las clases de Juan de los martes, que es bastante cañero. También hay que decir que no estoy en mi mejor momento de forma, que estoy con la regla, y que llevo toda la semana sin pisar el gimnasio por culpa del resfriado. He aguantado la clase bastante bien, considerando las circunstancias.

La clase estaba llena, casi todo chicos jóvenes de dudosa técnica. En comparación soy Ronda Rousey. Ése es el nivel.

Y sí, he pegado al saco. Con guantes de boxeo. Y ha sido muy raro. Estoy acostumbrada a pegar al aire en clase de combat, no tengo ninguna referencia. Con el saco los golpes son más cortos, y los movimientos se hacen raros hasta que consigues adaptarlos. Por supuesto, también está la fuerza de reacción que ejerce el saco al golpe, que resulta mucho más intenso que la resistencia del aire. Cuando llevas unos golpes, estás agotado. A esto hay que sumarle fondos, abdominales, burpees...No sé, mañana voy a tener agujetas. Lo que no sé es por qué solamente hemos trabajado un lado del cuerpo, se me hace raro porque en combat se trabajan los dos lados.

He golpeado con ganas, como si quisiera vomitar mi frustración, mi tristeza, mi desvalorización, mi impotencia. No sé si me he vacíado, pero me he quedado bien. Ojalá hubiese visualizado, pero estaba más presente en la clase que en mis pensamientos obsesivos.

La sorpresa de la sesión ha sido descubrir que el entrenador era un antiguo compañero de colegio. ¿Cuántos años hacía que no nos veíamos? Tantos. Me ha reconocido él a mí. La mente me ha devuelto una imagen de ambos en el patio del colegio organizando un teatrillo basado en la película "Rocky IV". Recuerdo que estaba muy flipado con aquello. Tanto que empezó a hacer boxeo y kickboxing a los 15 años. Luego se hizo profesional hasta que se lesionó la rodilla. Luego pasó a ser promotor. Ahora está metido con esta franquicia. Se le ve contento. Lo que hacen las endorfinas.

Realmente me da envidia esta gente que sabían de pequeños lo que les gustaba y que han hecho de ello una misión de vida. Yo sigo buscando la mía, y a este paso me moriré buscando. He pensado en las cosas que solían gustarme: diseñar vestidos, dibujar mi casa ideal, escribir, leer...¿Dónde quedó todo aquello? En el pasado, como tantas cosas. A veces echo de menos a aquella niña.

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