jueves, febrero 08, 2018

Cobardía


“La mayor cobardía es no intentar ser feliz”. Así me hablan los registros akáshikos cuando menos me lo espero: frases solemnes y lapidarias, muchas veces inesperadamente, sin necesidad de abrir los archivos. Me suelen dejar un poco descolocada, sobre todo cuando no soy capaz de aplicarlo a nada. Por ejemplo, en el metamórfico de hace dos semanas me soltaron la frase “Yo elijo mi propio infierno”, y tuve que abrir los archivos para intentar saber a qué se referían. Como siempre, nunca estoy segura de si lo que escribo es invención mía o no. No importa ahora: el objetivo es crear el enlace.

Volviendo a la cobardía, lo he relacionado con el tema del egoísmo. Esta mañana lo tenía más claro, a ver si soy capaz de expresarlo. Ser feliz tiene que ver con ser fiel a uno mismo y a sus necesidades. Algunas personas lo llaman egoísmo, considerando que es algo malo, cuando el egoísmo es necesario para poder llenarse. Uno no puede dar si no está pleno. Uno no puede estar pleno si no se da a sí mismo primero. Uno no puede esperar que todo esté bien a su alrededor, sino no está bien internamente.

Ser feliz es estar conectado a la fuente. Lo otro es simplemente ego. Sufrir es ego, o más bien, es una resistencia del ego a la ruptura de ciertos patrones con los que opera.
Ir en contra de uno mismo significa someterse a los criterios de los demás cuando quieres hacer justo lo contrario; es someterte a las normas creyendo que así te van a querer más; es no darte lo que necesitas o lo que quieres sólo porque alguien te dice que no lo mereces; es cumplir con las expectativas ajenas, sin tener en cuenta tu ilusión y tus aspiraciones. Es negarse a uno mismo. ¿Hay mayor traición?

Por eso, si quieres fumar, fuma. Si quieres comerte un pastel estando a dieta, cómetelo. Si quieres subir una montaña, hazlo. Si quieres irte pronto a casa, apaga el ordenador y márchate. Haz lo que te dé la gana, siempre desde el amor, no desde el temor. No te sacrifiques, porque eso sí es egoísta: el mundo debería verte en tu mayor grado de expresión y plenitud, en tu esencia pura.

Alguno puede decir: ¿Y si hago daño a alguien? Ya te te haces a ti mismo. Los registros no dicen que hagas el mal (¿qué es el mal exactamente?), ni que causes dolor deliberadamente, pero está claro que hay acciones que provocarán reacciones adversas en otro. Eso puede ser inevitable, incluso cuando creemos estar haciendo bien (como el cuento de la crisálida que fue abierta antes de tiempo). También es adverso cuando el otro espera un resultado concreto de tu parte. También ese dolor puede ser parte de su propio crecimiento. Pero la pregunta quizás debiera ser: ¿Acaso tú no importas? ¿Acaso eres menos? El que más. Para ti, el que más. Da igual el rol que tengas: hijo, hermano, jefe…Tú primero. Otra pregunta: ¿cuánto tienes que perder por no querer ir a tu favor? ¿Cuánta mierda vas a tragar hasta explotar por no ponerte en tu sitio? ¿Cuánta satisfacción y alegría vas a sacrificar en beneficio de otros?

Y dicho esto, ahora me toca interiorizarlo y saber cómo aplicarlo para no ser tan cobarde como suelo ser.

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