miércoles, febrero 14, 2018

El corredor del laberinto (III)



Acabo de caer en la cuenta que creo no haber visto la segunda parte de la trilogía. Esto explica la percepción de falta de conexión que he sentido entre lo que recordaba de la primera película y ésta. Yo me había quedado justo a la salida del laberinto, cuando el grupo llegaba a un mundo devastado, y el punto de partida de esta nueva película obviamente ocurría tiempo después. Con razón no recordaba cómo Minho había acabado prisionero, ni por qué Teresa estaba en la ciudad con el grupo de los malos, de dónde había salido Brenda, cómo había llegado Barry Pepper a la historia, ni qué pintaban unos zombies en todo el contexto. Parece mucho para no haber sido capaz de darme cuenta antes, es verdad. Pero si mi mente ha sido capaz de cerrar el gap entre la primera y la tercera, quiere decir que la segunda tampoco era una película especialmente relevante. Quizás debiera verla por intentar llenar huecos.

Por otro lado, mis expectativas sobre la película eran tan malas, que me ha parecido muy entretenida. Tiene bastante acción y el argumento no es del todo malo, aunque hay muertes tristes en el desenlace.
La trama arranca con el asalto de un tren para liberar a Minho, pero hay un error de cálculo y Minho acaba en la última ciudad libre de la enfermedad. Allí Teresa y el equipo de CRUEL hacen experimentos con los adolescentes inmunes para crear una vacuna que ayude a erradicar la enfermedad. La verdad que si lo piensas es bastante horrible, porque para salvar a muchos, unos pocos tienen que sufrir mucho: se ven presos, les extraen sangre, los exprimen, los agotan, y todo por la supuesta cura ¿Acaso estos pocos no tienen derecho a decidir sobre su vida? ¿Es más importante la vida de muchos que la vida de unos pocos?  Y lo peor es que en caso de llegar a tener la cura, al final todo va a ser un nuevo modelo de negocio, donde el que más medios tenga podrá acceder a la misma, mientras que otros terminarán contaminados o muertos por no poder permitirse el precio.

Thomas y sus Gladers emprenden el rescate de Miho. Para ello recurren a la ayuda de una especie de grupo terrorista que intentan asaltar una ciudad completamente amurallada y tomar el control. Ellos conocen unos pasadizos subterráneos con los que son capaces de acceder a la ciudad, pero necesitan llegar al corazón de la ciudad, el edificio de CRUEL, para poder hacerse con el dominio de todos los sistemas. Precisamente es aquí donde se encuentra el laboratorio y los especímenes inmunes.

Thomas & cia secuestran a Teresa y a través de ella acceden al edificio. Aquí tienen que enfrentarse nuevamente a la oposición de CRUEL, encarnada en Janson (Aidan Gillen, el Meñique de GoT), que intentará impedir que Thomas triunfe. Y ¿cómo decirlo? No le sale bien. Y esto es una cosa que siempre me molesta: que se supone que los malos están super entrenados, son maestros de lo suyo, y de repente llega un niñato y en dos plumazos los pone en evidencia.

Los Gladers rescatan a Minho y a los inmunes, no sin unas cuantas pérdidas importantes (snif, snif). El grupo terrorista entra en la ciudad y la destruye. Y los supervivientes acaban en una especie de paraíso donde poder comenzar de nuevo. Eso sí, sin demasiada intimidad. Por cierto, qué buena lavandería y servicio de plancha tienen en allí cuando se supone que mucha tecnología y medios no tienen. 

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