jueves, febrero 15, 2018

Expiación


Me despierto y enseguida mis ojos se fijan en un libro concreto de la estantería. ¿Qué libro es ése? Me acerco y veo que se trata de “Vivir el Perdón” de Jorge Lomar. Está tan “bien” categorizado como algunas de las películas del videoclub. Es un libro que compré a imitación de Isabel, que era muy fan de Lomar. Él es una de esas personas que tienen un nivel de conciencia que no es de este mundo. Están muy iluminados y hablan de cosas que a la mayoría se nos escapan. En concreto este libro está relacionado con el famoso “Curso de Milagros”, que me resulta bastante farragoso, denso y difícil de comprender. Los registros akáshikos me dicen que ellos cuando hablan no es para el consciente, sino para otra parte de nosotros más elevada que sabe qué hacer con esa información. Me recuerda un poco a la esteganografía.

Cojo el libro y veo que está a medio leer, como muchos otros de mi colección. Creo que empecé a leerlo cuando comencé el curso de Ho’oponopono, y quizás entonces tenía demasiadas cosas entre manos como para terminarlo. Tampoco era un libro fácil, por mucho que intente aligerar el “Curso de Milagros”.

Empiezo a ojearlo y no me cabe duda de que es una señal de mis guías. Anoche me acosté pensando si este dolor cesaría alguna vez, y en cierta manera tengo la respuesta en mis manos. De lo poco que puedo leer (por las mañanas tengo una rutina bastante medida), es que el sufrimiento es una forma de percepción errónea. Es un programa del ego instalado en la mente para hacernos comportarnos de una forma concreta. El sufrimiento nos lo causamos nosotros mismos con nuestra percepción y nada ajeno a nosotros es la causa.

Comprendo entonces que soy yo la responsable de mi situación y nadie más. Soy yo la que tiene que hacer un trabajo interno para poder liberarse de su programa de sufrimiento. Y de repente siento la necesidad de liberarle a él de esa parte de culpa sobre la situación. Le doy mi perdón y pido perdón. Y aquí matizo algo: lo perdono pero mi intención no es la de sentirme superior. Eso también es parte del ego. A veces las cosas que creemos hacer por bien, en realidad también son producto del ego. Yo no tengo que perdonarlo porque no hay nada que perdonarle. Si asumo la responsabilidad de la situación, él no tiene culpa. Aun así, le doy mi perdón por si él lo necesitase de alguna forma (quizás no), no porque yo sea mejor que él, no porque yo esté sufriendo. En todo caso, es a mí misma a quien debo pedir perdón por estar donde estoy. Así que lo libero a él y comienzo mi trabajo interno.

El trabajo interno quizás lleve tiempo (o no, dicen mis guías) y va a ser duro. Me temo que haya mucho que sanar y que el programa esté muy instalado. Me gustaría leer el libro desde el comienzo, practicar y asimilar la enseñanza con la misma. El perdón es un camino experiencial. Se lo entrego al Espíritu Santo, que diría el Curso de Milagros.

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