sábado, diciembre 30, 2017

De copiloto


Estaba en meditación cuando la vida me dijo:
- ¡Hey, yo conduzco!.
- ¿Dónde vamos?, pregunté yo.
- ¿Dónde quieres ir?
- No lo sé, muy bien.
- Entonces, qué más da. Venga, sube, yo te llevo.

Recordé que había escuchado una conversación parecida una vez: en el libro de "Alicia en el País de las Maravillas".

La vida me invitaba a ceder el control y a confiar. Pensé que yo era Alicia, y mi vida era el gato de Cheshire. Si él conducía, solamente podríamos tener un viaje curioso.

No me suele importar ir de copiloto, porque eso me permite ver el paisaje, echarme alguna cabezadita, o bien fantasear con lo que se me ocurra en el momento.

Recordé que el destino no es tan importante como el propio viaje, los momentos vividos, las experiencias. Y si yo no sé bien dónde quiero ir, quizás el gato sí. Quizás sea más sabio y conozca sitios que ni yo misma hubiese imaginado querer ver.

Que no importa el destino cuando las rutas para llegar son variadas. Que la improvisación ayuda. Que las rutas principales no son necesariamente las mejores o las más interesantes. Que en general, me suelen gustar todos los sitios donde paro, porque en todos encuentro cosas interesantes que visitar.

Que no importa cuánto se tarda en llegar. Como en el "Ítaca" de Kavafis: "Cuando te encuentres de camino a Ítaca, desea que sea largo el camino, lleno de aventuras, lleno de conocimientos".

¿Qué pierdo pues dejando que sea el gato quien conduzca?

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